Coronel Manuel Dorrego

“EL REPÚBLICO DEL FEDERALISMO”

1787 - 1828

Manuel Dorrego es probablemente una de las figuras más apasionadas de la historia argentina, y también una de las menos invocadas a la hora de reconocer a los próceres y mártires de la patria.

Un hombre, que como bien dice el periodista Hernan Brienza “no encaja en los moldes de las líneas de nuestra historia”: porteño y federal, liberal y nacionalista, popular y democrático, localista, sí, pero también: americanista, bolivariano y sanmartiniano.

Hombre clave del Ejército del Norte, al mando de Manuel Belgrano, su desempeño militar nos legó importantes páginas de gloria, donde su valor e hidalguía se amalgamaron, en todo momento, con su notable capacidad como oficial al frente de sus tropas.

Sus ideales republicanos y liberales, su creencia en las mayorías y en el papel central que le correspondía a las Provincias en la construcción y el futuro de nuestra incipiente Nación, inexplicablemente, llenaron su camino de enemigos.

Cuando el federalismo, por fin llegó al poder en Buenos Aires, con Manuel Dorrego como gobernador, no bastaron ni su generosidad, siempre demostrada hacia sus adversarios, ni la breve pero brillante gestión de gobierno, para que el inefable golpe unitario, encabezado por Juan Lavalle, lo derrocara y asesinara.

Cuando se narran las circunstancias del fatal desenlace; historiógrafos, periodistas y escritores, cometen una imperdonable omisión. Se refieren al “fusilamiento” de Don Manuel Dorrego, un eufemismo que disfraza uno de los peores crímenes que recuerda nuestra historia, porque el 13 de diciembre de 1828, las balas asesinas del “cipayaje” vernáculo, no sólo se cobraron la vida de un verdadero héroe y patriota, sino que acribillaron también el último aliento de los ideales de Mayo.

Un acto deleznable y cobarde, que resulta indigerible, para un pueblo que aún hoy, espera la materialización del sueño primero de sus padres.

El Dorrego muerto, es el Dorrego que más le convino a las facciones en pugna, aquellas que perseguían inconfesables intereses, tan distantes del bien común del pueblo y de la patria, como aparentemente estaban el federalismo “rosista” y sus enemigos “progresistas y liberales”.

Lo cierto es que con el advenimiento al poder del federalismo “rosista”, el centralismo se consolidó en un grado directamente proporcional, en magnitud, a la perdida de aquellas libertades, que tan bien, se había ocupado Dorrego, de preservar y estimular.

La eliminación física de D. Manuel Dorrego de la escena política provincial y nacional, no terminó siendo funcional a sus ejecutores, sino más bien y como es de orden, en este tipo de crímenes, sólo fue funcional a sus instigadores.

EL estuario del Río de la Plata, convertido en aguas internacionales a partir de la definitiva pérdida de nuestra soberanía sobre la Banda Oriental, tuvo como directos beneficiarios a las potencias extranjeras de ultramar, quienes sin mediar otro requisito, pudieron acceder a su libre navegación.

El centralismo porteño, se mantuvo y en algunos aspectos, incluso se exacerbó, permitiendo a esas mismas potencias europeas, tener que sentarse a “negociar”, pero eso sí, con un sólo interlocutor.

Resulta difícil, calcular hoy en día, cuanto atraso significó para nuestra querida patria, éste negro capítulo de nuestra historia, pero no resulta difícil de imaginar, que el golpe ignominioso, que Lavalle le propinó a las instituciones republicanas, también sentó el trágico precedente, que en la forma de experiencias trágicamente análogas, se manifestaría en forma recurrente, a lo largo del siglo XX.

Pero la tragedia de Navarro, trasciende la pérdida de la vida de D Manuel Dorrego y se agrava con la postergación del ideario dorreguiano y la tergiversación del federalismo doctrinal a manos del rosismo.

El resurgimiento de los ideales de Dorrego sólo volvió a manifestarse en forma esporádica durante la gestión de Adolfo Alsina y en los albores del radicalismo, donde influyeron claramente en el ideario propio de Leandro N. Alem y de Aristóbulo del Valle.

El Coronel D. Manuel Dorrego, vivió, luchó y murió para legarnos su ideario de auténtico federalismo. Sus ideas, largamente postergadas, duermen el sueño que le impusieron las balas unitarias y el egoísmo, resentimiento y pobreza de espíritu, de quienes conspiraron contra su vida.

Sólo nosotros, el pueblo argentino, los verdaderos destinatarios de sus esperanzas y desvelos, tenemos la responsabilidad y porque no, el deber, de implementar, para nosotros y nuestra posteridad, el ideario federal, que asegure el definitivo surgimiento de nuestra querida Nación en el marco de las virtudes republicanas que soñaron los padres de la Patria.



Alberto Juárez. Noviembre de 2008, ciudad de Coronel Dorrego, pcia. de Buenos Aires, Argentina.

CAPITULO I

Manuel Críspulo Bernabé Dorrego nació el 11 de junio de 1787 en lo que por aquellos años era una pequeña aldea que se convertiría con el tiempo en la Ciudad de Buenos Aires. Manuel Dorrego era hijo del súbdito portugués JOSÉ ANTONIO de ORREGO o DORREGO y la criolla MARÍA DE LA ASCENCIÓN SALA.

Corrían tiempos políticos opresivos . El sistema virreynal, tutelar, centralista y autocrático, se encontraba en pleno apogeo. Era el tiempo del Virrey NICOLÁS DEL CAMPO, Marqués de LORETO, quien gobernó entre los años 1784 y 1789.

Desde su infancia MANUEL se fue formando en un ambiente donde imperaba un clima de altiva resistencia a la opresión. Situación que incentivaba la indomable resistencia del padre lusitano, a los manejos inconsultos de los funcionarios españoles.

Cursó sus primero estudios en el REAL COLEGIO DE SAN CARLOS donde hizo amistad con figuras de singular gravitación en el futuro de la patria, como TOMAS GUIDO y ESTEBAN de LUCA.

Mientras el niño MANUEL iba creciendo, se sucedían en el gobierno de éstas tierras, virreyes como el progresista NICOLÁS DE ARREDONDO (1789-1795), el intrascendente PEDRO MELÓ DE PORTUGAL, (1795-1797), el interinato de ANTONIO OLAGUER y FELIU (1797-1799), el valioso GABRIEL DE AVILES Y DE FIERRO (1799-1801), el meritorio JOAQUÍN DEL PINO (1801 -1804) y el polémico y polemizado RAFAEL DE SOBREMONTE, MAR­QUES DE SOBREMONTE (1804-1807). Cualquiera fuera el balance que se pudiera hacer sobre las citadas administraciones, lo cierto era que “el sistema” en que se basaban, estaba herido de muerte.

En el caso particular del virreinato del Río de la Plata, se manifiestan dos causas fundamentales que le son propias:

A) Por un lado, una clase dirigente criolla y porteña, que conforma una verdadera -ELITE- y que se asume al mismo tiempo como desplazada SOCIALMENTE, dificultado su acceso a cargos de real significación en el aparato virreinal hispánico y bloqueada totalmente en sus expectativas de siquiera compartir el poder y B) Los PUEBLOS DEL INTERIOR, desplazados ECO­NÓMICA Y SOCIALMENTE, los que sumidos en una profunda postración, alimentan ideas localistas de superación.

Estas causas confluyen para generar una explicación a dos puntos fundamentales de nuestro pasado: 1) El origen de las ideas federalistas y unitarias; 2) Las bases que permitieron la gestación y posterior desarrollo de la Revolución de Mayo.

La citada crisis del sistema implantado por España en América va a tener en el Río de la Plata, una manifestación de clara magnitud, con el episodio generado por las Invasiones Inglesas. Las consecuencias de dicho suceso son definitorias al respecto: 1º) De ellas deriva la formación institucionalizada de los GRUPOS DIRIGENTES CRIOLLOS que luego concretarían la Revolución de Mayo; 2º) La palmaria evidencia de la incapacidad de los funcionarios hispanos en la ocasión y, por contrapartida, la solvencia de sus propias fuerzas y elementos en el sector criollo; 3º) Las ventajas manifiestas del comercio libre decretado por el General inglés GUILLERMO CARR BERESFORD, frente a los notorios perjui­cios del sistema monopólico español.

Este episodio, las invasiones inglesas, se vinculan con DORREGO justamente en la medida de su no participación en aquellas heroicas jornadas.

Mientras tanto, Manuel Dorrego completaba sus estudios de Filosofía y Teología en el ya mencionado Real Colegio de San Carlos, Graduándose en la primera disciplina.

En aquellas épocas no existía aún, en Buenos Aires, ninguna Casa de Altos Estudios, razón por la cual, Manuel se trasladó a Santiago, Chile, para matricularse en la carrera de Abogacía, en la Universidad de San Felipe.

La instalación de la Junta Chilena -un 18 de setiembre de 1810- da comienzo a la mutación de la toga jurídica por el uniforme militar de nuestro evocado. Fruto de una iniciativa propia -compartida fervorosamente por la juventud trasandina- fue la creación del primer cuerpo militar criollo de aquel país, el que recibió el nombre de Granaderos de Chile, siendo DORREGO designado Teniente.

Los contactos de la Junta Chilena, con su similar de Buenos Aires, dieron noticia a la primera de las amenazas que sobre la segunda se cernían por vía de los aprestos de invasión que planteaba el antiguo gobernante montevideano Brigadier FRANCISCO JAVIER DE ELIO, quien por entonces había sido designado en la Metrópoli como nuevo Virrey del Río de la Plata, en reemplazo del depuesto BALTASAR HIDAL­GO DE CISNEROS.

El enviado de la Junta porteña -Don JOSÉ ANTONIO ALVAREZ JONTE- fue autorizado por el gobierno revolucio­nario trasandino para organizar fuerzas militares que luego cruzarán los Andes para auxiliar al movimiento de Mayo.

Rápidamente, ALVAREZ JONTE captó los valores del joven DORREGO y le encomendó la riesgosa misión de transportar tropas desde Santiago a Mendoza. El designado obró con la presteza y la solvencia de un veterano: El 9 de marzo de 1811 partió desde la capital chilena, cruzó la cordillera con cien almas y a fines de ese mismo mes estuvo de regreso en Santiago. Teniendo en consideración su experiencia nula como baqueano y los graves peligros a afrontar, surge otro de sus perfiles: temerario, capaz de cualquier valentía, con arraigado sentido de sacrificio.

Ya había sentado reales en este sentido en el país trasandino al estallar el motín contrarrevolucionario encabezado por el Coronel TOMAS DE FIGUEROA. Frente al peligro inminente, nuestro evocado tomó el mando de los Granaderos de Chile -pasando sobre la inacción del comandante natural- y en acción fulmínea -otra de las constantes de su obrar- terminó con el alzamiento y pasó a revistar como Capitán. Aquí comenzó su gloriosa costumbre de ganar galones en el riesgo.
Poco después, dejó definitivamente Chile -no sin antes cruzar por dos veces más la cordillera, pasando más de cuatrocientos hombres- marcando en su historia el trazo inconfundible de su turbulencia valiente y útil, todo ello con poco más de veinte años.

Desde aquí, la Junta de Buenos Aires lo enviaría a otro de los escenarios mayores de su destino trágicamente noble: El Ejército del Norte
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CAPITULO II - "EL MILITAR ARROJADO AL SERVICIO DE SU PATRIA" (1810 -1816)

Las situación de país donde iniciaría DORREGO su glorioso peregrinar por los campos de batalla del Norte Argentino era la siguiente:

a) Luego de la Revolución de Mayo de 1810 se consolida la famosa Junta Grande (gobierno centralista al mejor estilo virreinal) bajo el liderazgo de Saavedra y la inspiración del Dean Funes.

b) La creciente oposición a la política centralista de la Junta Grande se tornó en irresistible luego de la derrota del Ejército del Norte en Huaqui (20 de junio de 1811).

c) Ante lo dicho, FUNES y el grupo portuario tomaron dos medidas fundamentales. En primer lugar, eliminaron a SAAVEDRA, a quien se mandó para reorga­nizar las tropas derrotadas en el Norte. Luego, decidieron crear un Poder Ejecutivo menos numeroso y así surgió en nuestra vida institucional el Primer Triunvirato.

En estas circunstancias DORREGO principió en el ejército norteño como ayudante de EUSTAQUIO DÍAZ VELEZ. Rápidamente, la acción lo envolvió en Sansaña y Nazareno, donde resultó herido.

Pese a esto, asistió a la segunda batalla de Suipacha, bajo el mando del General JUAN MARTIN DE PUEYRREDON, donde recibió otra condecoración al valor -bajo las formas de una ráfaga de metralla que lo dejó en estado grave- y su ascenso al grado de Teniente Coronel .

El petitorio de PUEYRREDON de ser relevado del mando del ejército por razones de salud, significó, la presencia de la jefatura de las tropas del ilustre general MANUEL BELGRANO, quien sutilmente captó las capacidades del joven Teniente Coronel y lo designó Ayudante de Campo y Secreta­rio de la Guerra.

La situación en Buenos Aires no había mejorado con la creación del Triunvirato. Primero habían sido sus propios creadores -antiguos diputados del interior y algunos de sus seguidores porteños- quienes nucleados en la Junta Conser­vadora se reservaron para sí funciones de Poder Legislativo frente al Ejecutivo otorgado al citado Triunvirato. Sin embargo, se trataba de un Poder Legisferante muy especial, en la medida que por los contenidos del Reglamento Orgánico que la propia Junta elaboró, se le reservaban potestades superio­res a los otros dos poderes restantes, en particular en referen­cia al Ejecutivo.

En tanto, sucedía que el Triunvirato había comenzado a ser dominado por una nueva figura: Don BERNARDINO RIVADAVIA. Los comerciantes porteños vieron en él su hombre para reiniciar sus tradicionales proyectos centralizantes.

Bien pronto comprendieron que FUNES y sus compañe­ros de Junta no tenían cabida en el nuevo orden de cosas. Así, el Triunvirato, disconforme con el Reglamento Orgánico, lo remitió al Cabildo Portuario -hechura de su medida- para que eximiera opinión a su respecto. La Junta Conservadora, a pesar de ello, le dio su aprobación. Ante ello, el Triunvirato disolvió la Junta y desterró a los diputados, iniciando así otro período de crudo centralismo.

Nuevamente la marcha de la guerra de la Independencia sería el detonante de las reacciones contra la tendencia centralizadora. En efecto, los antiguos morenistas -reunificados por medio de la Segunda Sociedad Patriótica- comenzaron una decidida campaña antigubernamental.

Pronto recibieron el apoyo del Doctor BERNARDO DE MONTEAGUDO, arribado en esos días del Alto Perú. A esto se sumó la presencia del joven Coronel JOSÉ FRANCISCO DE SAN MARTIN, venido de España, vía Inglaterra y la formación de la Logia Lautaro, la que pronto se vio enfrentada con el Triunvirato. MONTEAGUDO sirvió de hábil nexo entre ambas agrupaciones.

Por otro lado ya se hacía sentir la prédica perdurable de JOSÉ GERVASIO DE ARTIGAS en favor de los derechos de los pueblos del interior.

El episodio de la guerra de la independencia que movió a la totalidad de los opositores a precipitar la caída del Triunvirato fue el siguiente:

Resultaba que el Triunvirato había ordenado al Jefe del Ejército del Norte General MANUEL BELGRANO el evitar un encuentro decisivo con los realistas y a tales fines dispuso se evacuara primero Jujuy, luego Salta y posteriormente Tucumán. Los pobladores de esta última -ante la posibilidad cierta de caer en manos de los españoles- lograron de BELGRANO la promesa de enfrentar a los realistas. El encuentro -BATALLA DE TUCUMAN, dada el 24 de setiembre de 1812 en el Campo de las Carreras- significó un rotundo éxito patriota y dio por tierra con los escasos rastros de prestigio del Gobierno cen­tral. Así fue que el 8 de octubre de 1812 una revolución terminó con el Primer Triunvirato.

DORREGO estuvo presente en la gesta tucumana y desem­peñó un papel protagónico en el campo de batalla.

Su actuación en la BATALLA DE SALTA -20 de febrero de 1813- no lo fue en desmedro de la anterior. A la orden belgraniana de "Avance usted y llévese por delante al enemi­go", supo responder con una carga fulminante, a punto de convertirse en uno de los factores decisivos de aquella glorio­sa acción de guerra. Allí se acuñan sus despachos de Coronel graduado. Sin embargo, aquí comenzarían sus padecimientos generados en su propio y fogoso temperamento. La cuestión empezó cuando nuestro hombre discrepó abiertamente con la generosa capitulación que el noble general BELGRANO otorgó a su vencido en los campos salteños, General PIÓ TRISTAN. Es que DORREGO -no sin gran acierto, tal como le reconocería la evolución posterior de los sucesos- considera­ba que dicha capitulación comprometía decisivamente el éxito posterior de la guerra.

Fue entonces que BELGRANO lo destinó al frente de su contingente al puesto de avanzada emplazado en Humahuaca. Desde allí debió regresar a Jujuy, privado del mando, para ser sometido a sumario.

Algunos historiadores creen que la motivación de tan grave medida se encuentra en una presunta actitud instigadora de DORREGO sobre dos oficiales sometidos a su mando para que resolvieran sus diferencias mediante la realización de un lance caballerezco, del cual habrían resultado ambos con lesiones graves. Otros opinan que surge en la férrea y fundada oposición de DORREGO a los planes de invasión del Alto Perú elaborados por ANTONIO ALVAREZ DE ARENALES y aceptados por BELGRANO. DORREGO se basada en las casi imposibles labores de aprovisionamiento de la retaguar­dia, proba­blemente generante de la pérdida de todo lo ganado en Tucumán y Salta.

Esta última interpretación queda respaldada por algunas acciones que el mismo BELGRANO llevó a cabo con posterioridad a las derrotas de VILCAPUGIO (15 de octubre de 1813) y AYOHUMA (14 de noviembre de 1813), cuando reha­bilita a DORREGO y le confiere el mando de la retaguardia y el cargo de Gobernador Interino de Salta, además de reconocer públicamente que con la sola presencia de DORREGO al frente de sus coraceros, pudo haber evitado los desafortunados contrastes.

En tanto el Segundo Triunvirato -nacido de la Revolución del 8 de octubre de 1812- puso en práctica los principios MORENISTAS-SANMARTINIANOS proclives a lograr la unidad nacional para luego encarar planes de liberación continental. Bajo tales miras se convocó a la Asamblea de 1813 a la que ARTIGAS envió seis diputados, portadores de sus notables "INSTRUCCIONES" propugnadoras de la INDEPENDENCIA TOTAL, del RÉGIMEN REPUBLICANO y de la IDEA FEDERA­LISTA CONFEDERATIVA.

Anteriormente, hemos sostenido a este singular documento como un verdadero esbozo de Carta Constitucional que en muchos aspectos supera y en otros anticipa a la dictada en 1853.

Los hombres de Buenos Aires, veían todos estos prepa­rativos de organización con singular preocupación pues los mismos imponían conceptos de igualdad entre Estados a integrarse bajo una estructura federalista que destruían la preponderancia porteña. Entendieron que gran parte del peli­gro estaba representado en la LOGIA LAUTARO y sobre ella actuaron por vía de producir la división de sus integrantes. Así lograron ganar para su causa a un sector de la logia, liderado por el joven y ambicioso CARLOS MARÍA DE ALVEAR, en tanto dejaron sin orientador a la fracción disidente al enviar primero a Santa Fe y luego al Norte a SAN MARTIN. De esta manera, el núcleo adicto a ALVEAR y el bando portuario dominó la Asamblea, se negó a la proclamación de la Independencia, rechazó por meros aspectos formales a los Diputados Orientales, eludió el dictado de una Constitución y tan sólo concretó un conjunto de medidas parciales, a la par que instauraba el Directorio Supremo, primer ejecutivo unipersonal de nuestra historia, de fuerte determinismo centralista.

Conforme lo dicho, el futuro Libertador fue destinado a la jefatura del ejército norteño, en reemplazo del hacedor del lábaro de la Argentinidad, D Manuel Belgrano.

En principio existieron acuerdos entre el nuevo jefe y DORREGO, a punto tal, que el primero llega a encomendarle la organización de la guerra de guerrillas, nada menos que junto a MARTIN MIGUEL JUAN DE LA MATA GÜEMES.

Luego vendría el episodio de la uniformación de las voces de mando que consistió en una actitud descomedida de DORREGO al mofarse de la supuesta voz aflautada de BELGRANO. Lo que le valió por parte del Libertador SAN MARTIN su separación del ejército y su retiro a Santiago del Estero.

Arribado a Buenos Aires, fue destinado a la Banda Oriental para incorporarse al ejército que a órdenes de CAR­LOS MARÍA DE ALVEAR, operaba contra los contingentes artiguistas.

Algunos historiadores piensan que la comprobación de las reales causas de la hostilidad de los pueblos a los desig­nios porteños, lo llevaron a pensar por vez primera en términos políticos. Ya que, a partir de aquí, su vida ofrece la declinación del profesional de la violencia y el florecimiento de un incipiente ser político.


CAPITULO III - “EL PERIODISTA, EL POLÍTICO Y EL IDEÓLOGO DE PROFUNDA TRASCENDENCIA” (1816-1827)

Los inicios de Manuel Dorrego en el periodismo tuvieron una doble y significativa motivación: primero, evitar el progreso de los planes portugueses destinados a tomar la Banda Oriental, para lo cual se proponía sacar de su inactividad al Directorio de Pueyrredón; y segundo: oponerse a los intentos del Congreso de instalar una monarquía en el país. Generosos e importantísimos objetivos, mane­jados por una pluma fervorosa y punzante, al punto de ganarse un destierro tan injusto como cruel.

Su quehacer periodístico se desarrolló en la hoja "CRÓNICA ARGENTINA", dirigida por VICENTE PAZOS SILVA, con quien colaboraban MA­NUEL MORENO y PEDRO JOSÉ AGRELO.

En tanto, la marcha del país no se había detenido y el Congreso de Tucumán procedió a declarar la Independencia. En su seno se discutió el tema de la forma de gobierno a adoptarse, dando lugar a un esclarecedor debate en el que se anotaron las siguientes posturas: A) Monarquía, la que se expresó de conformidad a dos subtendencias, a saber: a) Monarquía Incaica: Sostenida por el Diputado ACEVEDO, siguiendo la idea de MANUEL BELGRANO; b) Monarquía Europea: que entre otros la expusieron los Diputados SERRANO y CASTRO BARROS; B) Republicanismo: Fue la idea defendida por TOMAS MANUEL DE ANCHORENA y TOMAS GODOY CRUZ; C) Posición perso­nal de FRAY JUSTO SANTA MARÍA DE ORO, quien sostuvo la necesidad de consultar al pueblo.

Ade­más, el Congreso eligió nuevo Director Supremo en la persona del Diputado por San Luis JUAN MARTIN DE PUEYRREDON -sesión del 3 de mayo de 1816- El Directorio de PUEYRREDON alternó aciertos y errores. Entre los primeros se cuentan su decidido apoyo a la campaña del Libertador y su correcta administración interior. Los segun­dos se marcan a través de su indiferencia ante la lucha solitaria y heroica de ARTIGAS y el pueblo oriental ante el invasor portugués. También, reparando en sus continuos intentos de ocupación sobre Santa Fe y Entre Ríos. El aparente equilibrio apuntado se rompió al trasladarse el Congreso de Tucumán a Buenos Aires y comenzar una política tendiente a la instalación de un príncipe europeo en nuestro país como monarca a la par que influyendo sobre el Director para aumentar las constantes centralistas de su administración.

Contra todo este estado de cosas intentó luchar DORREGO -junto a sus compañeros de la CAUSA REPUBLICANA Y FEDERALISTA- de la hora de "CRÓNICA ARGENTINA". Alter­naba estas tareas con sus preparativos para incorporarse al Ejército de los Andes.

Esto lo obligaría al destierro y con ello a resignar -por voluntad ajena- la posibilidad de incorporarse al Ejército de SAN MARTIN.

DORREGO fue trasla­dado a la goleta "Congreso", dándose la orden a su capitán de desembarcar al prisionero en Santo Domingo, lugar donde debía entregarle la cantidad de quinientos pesos, dado que su salida intempestiva del país lo había privado de lo más elemen­tal.

El viaje fue un verdadero suplicio. Es que el capitán del "Congreso" desoyó la orden de desembarcar al prisionero en Santo Domingo y se organizó en corso por las Antillas. En tales menesteres se capturó la goleta española "San Antonio", a cuyo bordo el proscrito fue llevado, pero frente a las costas de la Isla de Jamaica la nave fue presa de un buque de bandera inglesa y DORREGO terminó prisionero en un castillo de Montego, sitio donde se le inició la causa sospechado de ser pirata. Su situación fue angustiante pues al haber huido el antiguo capitán de la "Congreso", llevó la documentación que acredi­taba la real condición de nuestro hombre. A la postre de mil contratiempos, logró recuperar la libertad y a bordo de otra goleta, llegó por fin al puerto de Baltimore.

Nuestro hombre conoció y adoptó en Estados Unidos de América la tipología de la CONFEDERACIÓN dentro del Sistema FEDERAL, pues la otra variante federativa -esto es la propia del ESTADO FEDERAL- recién despuntaría al finalizar la guerra de Secesión (1865). La idea estudiada por DORREGO tiene características muy particulares, a saber: A) Los Estados Confederados poseen los DERECHOS DE NULIFICACIÓN y SECESIÓN. Puede que este sea su principio más distintivo. Se trata de una FACULTAD DE VETO poseída por los ESTADOS CONFEDERADOS SOBRE PROCEDIMIENTOS o ACTOS DEL ESTADO CONFEDERACIONAL CENTRAL. De esta forma, un ESTADO CONFEDERADO PUEDE RECHAZAR UNA RESOLU­CIÓN DEL ESTADO CONFEDERACIONAL CENTRAL por con­siderarla incompatible con las prescripciones constituciona­les. Es así como puede NULIFICAR EL ACTO. Si tres cuartas partes de los ESTADOS CONFEDERADOS aceptan el acto como enmienda de la Constitución, el ESTADO CONFEDERA­DO DISIDENTE puede ADMITIRLO o RETIRARSE -ESTO ES SECESIONARSE, EJERCITANDO ASI EL DERECHO DE SE­CESIÓN- DE LA UNION CONFEDERAL. Conforme lo reseñado, resulta notorio que la Unión Norteamericana era del tipo CONFEDERACIONAL caracteri­zación que debe limitarse hasta 1865 -año final de la guerra de secesión- pues allí son dejados sin efecto los derechos de los hasta allí ESTADOS CONFEDERADOS en punto a NULIFICACIÓN y SECESIÓN. Desde entonces debe admitirse que la Unión Norteamericana participa de las características del ESTADO FEDERAL y que sus ESTADOS INTEGRANTES han dejado de ser ESTADOS CONFEDERADOS DE UN ESTA­DO CONFEDERACIONAL para revistar como ESTADOS MIEM­BROS DE UN ESTADO FEDERAL. Ello, por cuanto la vigencia de los DERECHOS DE NULIFICACIÓN y SECESIÓN es incom­patible con la doctrina que informa los contenidos propios del ESTADO FEDERAL. Se trata de la diferencia de grado absoluto más gravitante entre ambas variantes del FEDERALISMO.

DORREGO también conoció de aquella peculiaridad de la tipología Confederacional que impone a los ESTADOS CON­FEDERADOS COMO ESTADOS SOBERANOS. Este es el crite­rio de JOHN G. CALHOUN quien partiendo de la idea de Juan Jacobo Rousseau, en el sentido de entender a la soberanía como inalienable, indivisible e imprescriptible, supo enseñar que "dividir la soberanía, que es por esencia absoluta, impor­taría destruirla". En función de ello, afirmaba que si los ESTA­DOS CONFEDERADOS eran originalmente soberanos antes de la formación de la CONFEDERACIÓN y no habían delegado en esta última tal soberanía al tiempo de la integración del sistema, en el ESTADO CONFEDERACIONAL CENTRAL, les asistía el derecho a seguir asumiéndose como tales. La idea en la Unión Norteamericana llega hasta 1865, pues allí fenece la CONFEDERACIÓN para dejar paso al ESTADO FEDERAL, tipología en la que los ESTADOS INTEGRANTES -DENOMINABLES ESTADOS MIEMBROS- reviste el carácter inequívoco de AUTÓNOMOS, siendo el ESTADO FEDERAL CENTRAL el depositario de la condición de soberanía. Es la doctrina contraria a la expuesta por CALHOUN y debida a DANIEL WEBSTER.

En la variante del ESTADO FEDERAL, la AUTONOMÍA DE LOS ESTADOS MIEMBROS se conecta con la presencia de las REGLAS DE SUJECIÓN que colocan naturales límites a este carácter autonómico para así permitir la supremacía de las instituciones federales, de la Carta Constitucional Federal y del ordenamiento jurídico federal.

Otra de las diferencias de grado absoluto entre ambas variantes es aquella que pone el acento distintivo sobre la facultad de imperium directo sobre las personas integrantes de la población de los Estados Integrantes. En la CONFEDE­RACIÓN tal derecho asiste a los ESTADOS CONFEDERADOS, en tanto en el sistema contrario es el ESTADO FEDERAL CENTRAL quien lo posee.

Finalmente, vale la distinción de grado absoluto fundada en la existencia de imperio en el Estado Central para imponer sus decisiones a sus Estados Integrantes.

En este supuesto, es nítido que el ESTADO CONFE­DERACIONAL carece de tal potestad, vista su aceptación de los derechos de NULIFICACIÓN y SECESIÓN reconocidos en favor de los ESTADOS CONFEDERADOS.

Frente a las analizadas diferencias de grado absoluto, aparecen las diferencias de grado relativo, en las que el principio general opera como tal pero admite la presencia de excepciones.

En primer lugar conviene pasar revista a la diferenciación marcada por la unión, según sea concretada mediante una Constitución o un Pacto. Es un criterio un tanto generalizado y común a los juristas al exponer a esta diferenciación como básica, entendiendo que la CONFEDERACIÓN se fundamenta en un TRATADO, en tanto el ESTADO FEDERAL hace lo propio por medio de una CARTA CONSTITUCIONAL. La idea es correcta en lo genérico de los casos, pero existen supuestos notorios de CONFEDERACIONES regidas por una CONSTI­TUCIÓN. Siguiendo con el tema bajo examen, este es el caso de la Unión Norteamericana en el período que va de 1787 a 1865, esto es entre el año de sanción de la Carta Constitucional y el propio de fenecimiento del sistema confederacional. En suma, tenemos al criterio bajo tratamiento, por correcto en la mayoría de los supuestos concretos, pero sin la entidad de principio de validez absoluta, esto es admitiendo la posibilidad de presencia de excepciones.

Por último, vale el analizar la diferencia de grado relativo representada por la existencia o inexistencia de delegación de competencias del conjunto a Estados Integrantes en favor del Estado Central.

Se entiende que los PACTOS que por lo general dan vida a las CONFEDERACIONES no fijan tales delegaciones, en tanto las CARTAS CONSTITUCIONALES que genéricamente resultan propias de los ESTADOS FEDERALES si las estatu­yen. De ordinario ello es así, pero ante supuestos de excepción -CONFEDERACIONES basadas en CONSTITUCIO­NES- la hipótesis de trabajo se derrumba y pierde su categoría de absoluta, para situarse como una variante más de las tipologías relativas.

De todo lo estudiado, DORREGO creyó ver en el sistema confederativo una tipología plenamente conciliable con las ansias de localismos regionales que en nuestro medio generaron la aparición de los caudillos.

Mientras tanto, en nuestro medio, la situación se había agravado notablemente con la sanción por parte del Congreso de la Constitución de 1819. Esta Carta -de tendencia aristocrá­tica, centralizadora del poder y preparada para injertar una monarquía constitucional en nuestro medio- resultó amplia­mente repudiada por los pueblos del interior.

Los más activos opositores fueron los pueblos del litoral, cansados -por otra parte- de las constantes invasiones porteñas en sus territorios.

Todo lo reseñado llevó a la renuncia de PUEYRREDON en 1819 y a su sustitución por JOSÉ RONDEAU.

El nuevo gobernante no consiguió frenar el descontento popular generalizado y el 1º de febrero de 1820, el Directorio cayó en los campos de Cepeda por obra de santafesinos y entrerrianos. En efecto, el gobernador de Santa Fe, ESTANISLAO LÓPEZ, y el caudillo entrerriano FRANCISCO RAMÍREZ, eran los nuevos árbitros de la situación.

Los caudillos triunfantes -acampados en Pilar- exigieron la renuncia del Director RONDEAU y la disolución del Congre­so, lo que se concretó el día 11 de febrero de 1820.

Al desaparecer todas las autoridades nacionales, Buenos Aires -en ejercicio de su propia autonomía- procedió a elegir gobernador.

Se concretó la elección de la primera Junta de Represen­tantes Bonaerenses y este cuerpo eligió gobernador a MA­NUEL DE SARRATEA, quien el 23 de febrero de 1820 firmó con LÓPEZ y RAMÍREZ el Tratado del Pilar.

Los cambios acaecidos en nuestro país votaron favora­blemente la situación de DORREGO, quien rápidamente pasó de proscripto a reivindicado. Es así que no bien arribado a su patria - un 6 de abril de 1820- se le destina un Decreto -del 11 de abril- por medio del cual se lo repone a su grado militar y se lo hace objeto de consideracio­nes más propias de un verdadero discurso de homenaje.

La realidad arrachada de la guerra civil había partido, acaso insensiblemente, del TRATADO DEL PILAR. Es que este pacto marcó el inicio de una hábil política porteña destinada a terminar -una a una- con las influencias de los principales caudillos del interior.

Luego del paso de varios hombres por la silla gubernamental llegamos a DORREGO.

No le esperaba un trabajo fácil: La ciudad estaba literalmen­te rodeada de tropas hostiles: En Santos Lugares acampaban las montoneras santafesinas de Don ESTANISLAO LÓPEZ, en tanto en Morón lo hacían -en heterogénea mezcla- los gauchos y los aborígenes conduci­dos por el ex Director CARLOS MARÍA DE ALVEAR y el general chileno JOSÉ MIGUEL CARRERA. Nuestro evocado se vio repentinamente inmerso en la guerra intestina. Velozmente, como era su característica habitual, se puso en campaña, recibiendo refuerzos sureños de MARTIN RODRÍGUEZ, GREGORIO ARAOZ DE LAMADRID y, fundamentalmente, el joven y pujante estanciero Don JUAN MANUEL DE ROSAS.

En prin­cipio, los enemigos decidieron dividirse y ello los debilitó, facilitando así la tarea de DORREGO. Rápidamente, dio cuenta de ALVEAR y CARRERA en el en­cuentro de San Nicolás, el 1º de agosto de 1820 y del propio Don ESTANISLAO en Pavón, el día 12, lo que da idea de la celeridad y justeza de sus movimientos tácticos y de sus marchas.

Luego de dichas victorias en suelo bonaerense, buscó invadir Santa Fe para terminar con ESTANISLAO LÓPEZ. Donde DORREGO resultó derrotado teniendo que retroceder hasta los pagos de Areco ya en territorio bonaerense.

En Buenos Aires la Legislatura designó gobernador propietario a MARTIN RODRIGUEZ (26 de septiembre de 1820) y DORREGO hizo jurar a sus tropas obediencia al nuevo gobernador.

Eran los tiempos del Supremo Entrerriano FRANCISCO RAMÍREZ que luego de derrotar a Artigas en la batalla de Cambay promovió en éste ansías de predominio nacional. En tanto, los hombres de Buenos Aires habían tomado sus recaudos contra tales intenciones. Así apareció el Tratado de Benegas, un 24 de noviembre de 1820, entre Buenos Aires y Santa Fe, con la mediación de Córdoba. Que tenía un directo destinatario en su contra: FRAN­CISCO RAMÍREZ.

El Supremo entrerriano así lo entendió y comenzaron las hostilidades. Invadió Santa Fe, logrando inicialmente dos éxitos mientras esperaba la ayuda de la flotilla porteña que le había sido cedida en oportunidad de su enfrentamiento con Artigas. Los citados refuerzos esta vez fueron detenidos por los designios porteños y nunca llegaron, venciéndolo ESTANISLAO LÓPEZ ampliamente en Coronda, un 16 de mayo de 1821. Pasó entonces a Córdoba, suelo donde JUAN BAUTISTA BUSTOS lo derrotó completamente, primero en Cruz Alta -el 16 de junio de 1821 - y luego en San Francisco -el 10 de julio de 1821-. Intentó regresar a su tierra entrerriana por el Norte, mu­riendo en dicha empresa.

Solucionado el problema RAMÍREZ, quedaba a los go­bernantes porteños la del desarrollo de sus propios planes. Estos se acrecentaron al arribar de Europa BERNARDINO RIVADAVIA y asumir el Ministerio de Gobierno y las Relaciones Exteriores en el gabinete de MARTIN RODRÍGUEZ.

Se buscaba primero pacificar la convulsionada situación bonaerense, luego producir una administración reformista e innovadora en el mejor estilo europeo y por fin convocar a un Congreso Cons­tituyente a reunirse en Buenos Aires para integrar al país todo en el ejemplo porteño.

En el plano de las reformas rivadavianas se tuvo a la mira el sector religioso, concretándose así una REFOR­MA EN LA IGLESIA CATÓLICA ARGENTINA.

La resistencia a dicha reforma fue encabezada por el Doctor GREGORIO TAGLE.

DORREGO se presentó en el viejo Fuerte de Buenos Aires, por entonces sede gubernativa, para ofrecer sus servicios y su espada a la noble causa del orden común. Fue así que el propio ministro RIVADAVIA le encomendó el capitanear la sofocación del levantamiento. DORREGO cumplió a satisfacción plena, pues terminó con el levantamiento e inclu­so capturó al Doctor TAGLE. RIVADAVIA dio la orden de fusilarlo, la cual DORREGO no acató, dejándolo escapar.

En 1823 -tan sólo al año siguiente- fue elegido diputado a la Legislatura Bonaerense, al finalizar su mandato marchó al Alto Perú, donde conoció al Libertador SIMON BOLIVAR.

En Buenos Aires la Sala de Representantes eligió nuevo titular del Ejecutivo al General JUAN GREGORIO DE LAS HERAS. Su convocatoria a Congreso General se inspiró en estos términos: Servir a la Organización Nacional. El dictado de la Ley Fundamental confirmó tales miras. Pero pronto la ÉLITE RIVADAVIANA dominó en la Asamblea, y se arribó al dictado de una ley de creación del Poder Ejecutivo Nacional, siendo elegido RIVADAVIA como Presidente.

El nuevo mandatario comenzó con una Ley de Capi­talización que quitó al gobernador bonaerense la sede de su gobierno y parceló el restante territorio, para su ocupación por parte de los aborígenes.

El Congreso sancionó la Constitución de 1826, en cuya Sección Tercera se adoptaba la forma Representativa, Republicana, Consolidada en Unidad de Régimen. Los pueblos del Interior la rechazaron en forma generalizada , y se encendió nuevamente la llama de la guerra civil. El núcleo elitista utilizó las tropas nacionales, que estaban comprome­tidas en una lucha libertaria contra el Imperio esclavista del Brasil, para sofocar las reacciones intestinas.

Frente a todo este cuadro de situación, el círculo elitista se decidió por lograr la paz exterior a cualquier costo para repatriar las fuerzas de línea con el objeto de imponer "su civilización" a cañonazos en el Interior. Este es el origen de la misión que llevó a la Corte de Río de Janeiro al Doctor MANUEL JOSÉ GARCÍA.

El resultado fue una paz agraviante para la dignidad nacional: Un tratado que no se limitaba a restituir la Banda Oriental al enemigo, sino que también se obligaba a indemni­zarlo por las depredaciones sufridas en la guerra de corso llevada a cabo por nuestros navíos.

RIVADAVIA fue tenido por responsable último de esta situación y tuvo que renunciar. Acto seguido el Congreso dictó la Ley del 3 de julio de 1827 que establecía la designación de un Presidente de la República con carácter de Provisorio.

Dos días más tarde, el Congreso eligió Presidente Interino al Doctor Vicente López y Planes. Y el 12 de agosto de 1827 la Cámara de Representantes Bonae­renses eligió Gobernador Propietario a Manuel Dorrego.


CAPITULO IV - "EL ESTADISTA ENCLAVADO EN EL PORVENIR" (1827-1828)

La mera exposición del estado de los problemas particu­lares del gobierno bonaerense , más los de interrelación con los otros Estados integrantes, además de los emergentes del encargo de las Relaciones Exteriores, liberan a DORREGO, de una supuesta complicidad con los caudillos del interior para hacer fracasar el Congreso y así alcanzar el poder.

A ello se suma, que la toma del gobierno en tales condicio­nes, revelaría una falta del sentido de oportunidad política, elemento del cual, nuestro evocado se hallaba dotado en muy buen grado.

El propio y flamante gobernador se refirió a las especiales circunstancias en que le tocaba en suerte gobernar en su Mensaje a la Honorable Legislatura del 14 de setiembre de 1827. Allí destacó que "en tiempos comunes, al principio de una Legislatura que aparece en el período de la ley, este acto lleva consigo la ventaja de poner en correspondencia las ideas; y de excitar la atención de los Legisladores sobre objetos especiales de su instituto; de dar movimiento a su acción; y de inclinar su patriotismo hacia los puntos que con más urgencia reclama las necesidades del Estado.

Hay entonces una habitud en los consejos; un enlace tan suave y natural en las leyes, que esta tarea viene a ser el sumario de los principios, y la expresión del sentimiento. Pero cuando, sucede hoy día, los trabajos de los Legisladores han sido interrumpidos por un espacio considerable, esta franca comunicación, cuya utilidad es de suyo aún más evidente, y cuya trascendencia es inmensa, ofrece muchas dificultades. De estas circunstancias proviene que el gobierno haya tenido que insumir algunos días en reunir los datos necesarios para poder desempeñarse, mostrando a la Honorable Sala del bosquejo de lo que ha pasado en su ausencia, y juntando esos instantes desgraciados en que un delirio de política le quitó su administración, con estos días memorables que le vuelven su dignidad y sus derechos".

Luego pasó revista a las calamidades institucionales, económicas, al abandono del ejército comprometido en la lucha contra el Imperio, el peligroso desentenderse de las líneas de frontera con el aborigen, para culminar brindando un panorama numérico del déficit que por sí sólo habla al respec­to.

Finalizaba sosteniendo que "el gobierno no puede cerrar su exposición, sin llevar una mirada dolorosa a los estragos que la guerra civil había causado en las Provincias, y la pérdida de consideración en el Estado, que circunstancias tan fatales debían producir, en su actual importante lucha contra la usurpación del Emperador del Brasil. En semejante situación era absurdo esperar justicia; eran inútiles los triunfos. Había de hecho desaparecido la República; porque no puede serlo un país donde la autoridad se entrega al ejército de la fuerza, de la corrupción y de la intriga. Cargos terribles tienen pronuncia­dos los pueblos a este respecto contra la administración anterior. Más la época de entenderse ha sido la era de la restauración de esta Provincia. El sentimiento de la uniformidad de causa, había referido a este suceso la tranquilidad de las Provincias hermanas; y las aberturas más dulces para una buena inteligencia, y a concurrencia de acción le fueron presentadas desde los primeros instantes en que recuperó su existencia. Vamos Señores -coronaba optimistamente- a lle­nar grandes esperanzas, a conciliar y defender los intereses más preciosos, y a reorganizar una Nación, que es digna de serlo, fundando su ser en las bases de la equidad y la justicia".

Eligió un gabinete acorde con las dificultades a asu­mir. Todas figuras probadas en el Federalismo Doctrinal Dorreguiano. Así se desempeñaron: MANUEL MORENO en la cartera de Gobierno y Relaciones Exteriores; MANUEL HERMENEGILDO DE AGUIRRE en el Ministerio de Hacienda y JUAN RAMÓN BALCARCE en el área de Guerra y Marina.

Luego de acordada la paz con el Imperio, el gobernador reorganizaría parcialmente su cuadro de colaboradores más directos y en su directa consecuencia MANUEL MORENO dejaría su cargo a TOMAS GUIDO, en tanto MANUEL HERMENEGILDO DE AGUIRRE haría lo propio en favor de JOSÉ MARÍA ROXAS Y PATRÓN.

De esta forma e "inmediatamente -nos dice FUERTES-, DORREGO se puso en la tarea de organizar la Provincia de Buenos Aires como paso previo a la gran organización nacio­nal".

Ya fue dicho que nuestro hombre asumió el poder rodea­do de un sin fin de problemas. Veamos el derroche de talento y coraje que puso en juego para superarlos. Entre tales cuestiones se destacaban:

A) Una campaña periodística y de otros órdenes -incluso de libelo- de la oposición elitista unitaria que lo consideraba poco menos que un usurpador. Pese a ello fue fiel al ideario de toda su vida, reflejado en los conceptos cristalinos que expresara poco después de recibir­se del cargo, cuando señaló: "Para separarme del puesto que me había encargado, no sólo será suficiente la sanción vues­tra, sino que, idólatra de la opinión pública, si no soy bastante feliz para obtenerla, no aumentaré mi desgracia empleando la fuerza para repelerla o la intriga y la temeridad para adormecerla".

Amparada en el ideario romántico del gobernador, "la prensa llegó al desenfreno", relata JOSÉ MARÍA ROSA para seguidamente agregar: "El tiempo de JUAN CRUZ y FLORENCIO VÁRELA, El Constitucional de MORA, El Duende donde escribía AGÜERO, el Porteño de GALLARDO, El Grani­zo, El Liberal, El Diablo Rosado de LASSERRE, seguido después por e! Hijo Mayor del Diablo Rosado, el Hijo Menor del Diablo Rosado, El Hijo Negro del Diablo Rosario, atacaban con más violencia que gracia al gobierno de la "chusma" Pese a la bajeza de la prédica, el gobernador se mantuvo por encima de tales miserabilidades e hizo honor desde el poder a su calidad de "hombre apasionado por sus ideales, pero tolerante y culto", tal como lo reconoce la alta autoridad de RICARDO LEVENE.

B) Sus inteligentes esfuerzos por limar desconfianzas con los pueblos del interior fructificaron en un evidente estado de concordia nacional, base indispensable para apuntar de allí a la atención de grave conflicto con el Imperio.

Así lo puntualiza GERMÁN JOSÉ BIDART CAMPOS cuan­do escribe que con DORREGO "el proceso de pactos se intensifica".

No era más que la consecuencia de la restauración del respeto pleno a las AUTONOMÍAS ESTADUALES inaugurado por el gobierno de nuestro héroe. Así es como florecieron el Trabajo de Huanacache, signado por Mendoza, San Juan y San Luis, lo que estatuía la unidad y la armonía en Cuyo.

Luego, la sucesión es vertiginosa, a saber: a) El 21 de setiembre de 1827, la unión se dio entre Buenos Aires -conducida por DORREGO- y Córdoba -orientada por JUAN BAUTISTA BUSTOS- a los fines de "formar Nación" y sumar esfuerzos para reencausar la guerra contra el Imperio, además de alentar la inmediata instalación de la Convención Nacional, a los efectos de ungir un Poder Ejecutivo Nacional Provisorio y dar los basamentos para el llamado a Congreso General Constituyente, el que estaría presidido por la adopción de! Sistema Federal; b) En 24 de setiembre de 1827, son Corrien­tes y Entre Ríos los que sellaron una unión ofensiva y defensiva con las miras puestas en el acuerdo nacional totalizador que agruparía a todos los Estados integrantes en una Confederación; c) El 2 de octubre de 1827, tocó a Buenos Aires -orientada por nuestro evocado- y a Santa Fe -conducida por "El Patriarca de la Federación", Don ESTANISLAO LÓPEZ- el arribar a un convenio que estatuía la convocatoria a una Convención Nacional y la delegación santafesina en favor de su contratante del manejo de las Relaciones Exteriores y de la guerra; d) En fecha 29 de octubre de 1927, son Buenos Aires y Entre Ríos los que firmaron un tratado similar al inmediato anterior tratado; e) La situación se reproduce entre Buenos Aires y Corrientes, en fecha 11 de diciembre de 1827. Bajo todos estos acuerdos subyacía la suprema voluntad dorreguiana -patriótica e inteli­gentemente manifestada- en aras de producir una unión en libertad igualitaria para asegurar la instalación de la ansiada Convención Nacional, la prosecución en términos favorables de la guerra contra el Imperio y el triunfo de la causa de los pueblos por vía de la adopción del Sistema Federal.

C) Todos los esfuerzos de acercamiento con los herma­nos del interior descritos, motivaron reacciones en contrario del círculo portuario, empeñado todavía en imponer su tutoría. Así fue como manipuleando la opinión pública lograron hacer decaer en parte el prestigio de! gobernador en el seno porteño. Por contrapartida, el mismo aumentaba incesantemente en el interior.

A pesar de lo expuesto, DORREGO llevó su administra­ción por el camino de la concordia y la moderación.

Escribe al respecto ERNESTO PALACIO que "por primera vez en la historia de nuestras discordias civiles, no se inician persecuciones, no se aprisiona ni se destierra a los adversa­rios, ni se suprime la libertad de prensa... el gobernador, que ha sufrido prisiones y destierros en su carrera de opositor y conspirador, tiene a gala no incurrir en las faltas de quienes a él lo persiguieron, y se resiste a convertirse en opresor de sus compatriotas... influye en su ánimo no sólo la conciencia de su poder, sino también su liberalismo principista y su innata y proverbial generosidad".

D) La situación económica en crisis total -tal como el gobernador lo dejara expresado transparentemente en su Mensaje a la Honorable Legislatura del 14 de setiembre de 1827 era manifestación evidente de tantos años de descontrol y de luchas externas e internas. Además, sufría las consecuencias del reciente y desmedido esfuerzo de la guerra con el Imperio. Producto de todo ello era el acrecentamiento de la deuda pública y la desvalorización de la moneda.

Según JORGE CALDAS VILLAR, “la crisis financiera que se abatió sobre el gobierno de DORREGO era herencia del régimen rivadaviano”.

Cualquiera fuera la causa o causas de estas dificultades -todas heredadas, sin duda- el gobernador no se engañaba sobre su seriedad. Así fue que a poco de prestar juramento, pronunció un discurso afirmando que "la época es terrible, la
senda está sembrada de espinas. No es, pues, posible allanar­la sin que cada cual concurra con el contingente de conoci­mientos y recursos contenidos en la esfera de su poder".

Pese a todos los signos desfavorables, en el corto tiempo de su gestión nuestro evocado logró -mediante un enérgico empeño en la contrac­ción del gasto público- poner en línea a las finanzas públicas.

E) La división del mismo Partido Federal Bonaerense conspiraba también contra DORREGO. Si bien en la ciudad porteña, el pueblo humilde lo reconocía como a su caudillo natural, en la campaña se seguían los lineamientos trazados por ANCHORENA y fundamentalmente por ROSAS.

En tanto, los pueblos del interior miraban con confiada simpatía al tribuno coronel pero no le prestaban ningún apoyo efectivo para su lucha interna bonaerense.

Es de hacer notar el grave error político de nuestro evocado al juzgar su popularidad conforme el prisma engaño­so del fervor de las clases más desheredadas de la capital.

Las conclusiones dorreguianas sobre la evolución de la situación que venimos describiendo se tornan más increíbles al tenerse presentes las opiniones adversas que las intencio­nes y la persona de ROSAS le merecían. Son de recordar las frases que destinaba al futuro gobernante, tales como "mien­tras yo esté en el gobierno, ese gaucho pícaro no clavará su asador en el Fuerte" o aquella que advierte que "siga enredan­do, y el día menos pensado lo fusilo". Estas expresiones airadas pero certeras no pasaron de tal por su bonomía humana y su profunda fe democrática.

Por ese tiempo, ROSAS abandonaba despaciosamente la nave dorreguiana, convencido de su naufragio: el tiempo, maestro supremo en política, jugaba sólo en su favor.

Desde la óptica rosista, la visión expuesta sobre nuestro hombre libera de mayores comentarios. Así, para PALACIO su fracaso se debió a "su liberalismo doctrinario", en tanto para ROSAS, la clave estuvo en su fatídica creencia en la libertad, también "para los enemigos". Filosofando estas opiniones, debemos inferir que para toda esta corriente de pensamiento la frustración dorreguiana se debió a sus calidades de GO­BERNANTE REPUBLICANO Y DEMOCRÁTICO. Si el pago a estas inspiraciones de elevado tono fue la injusticia de Nava­rro, entonces debemos convenir que el 13 de diciembre de 1828 feneció con DORREGO el FEDERALISMO DE DOCTRINA Y CUÑO REPUBLICANO-DEMOCRÁTICO.

Recordemos que poco tiempo antes de desencadenarse los sucesos que venimos narrando, al pretender ROSAS el dar consejos a nuestro prócer, recibió por toda respuesta un irónico y cortante: "Don JUAN MANUEL, que Usted quiera darme lecciones de política es tan avanzado como si yo me propusiera enseñar a Usted cómo se gobierna una estancia". Así comenzaba el Señor de los Cerrillos a "notificarse que no podía contar con ese hombre de gobierno como testaferro".

Lo expuesto sirve para reubicar las relaciones de ambos personajes, necesidad sostenida por sus más adictos biógra­fos, entre ellos JUAN BAUTISTA TONELLI, ALVARO RICAR­DO FUERTES y FEDERICO MANUEL JULIÁN GAMAS, a la vez que implica un ajuste sobre la personalidad de ROSAS.

F) Consecuentemente con la idea de quitar poder a la campaña bonaerense y fundamentalmente disminuir la gravi­tación rosista, nuestro evocado estableció la supresión de las incorporaciones por la fuerza de gauchos al ejército. Como medida complementaria se fijó, en otra disposición, la repre­sión de la vagancia y otras formas del mal vivir.

Estas medidas tendían a terminar con el poder militar de la campaña pastora bonaerense, basado principalmente en las levas forzosas.

No en vano, FUERTES anota que "existen serios indicios acerca de discrepancias ideológicas y políticas entre DORREGO y ROSAS, agudizadas cuando se trataba de métodos y procedimientos a emplear", luego de haber señalado que "diversas disposiciones como la formación de levas le provo­caron (se refiere a nuestro prócer) algunos rozamientos con Don Juan Manuel de Rosas".

G) Pese a toda la vorágine de acontecimientos que se precipitaban, el progresista gobernador no se daba pausa en la tarea de generar nuevas iniciativas de superación del co­mún. Ello como para dar razón a JOSÉ RAFAEL LÓPEZ ROSAS cuando, con justicia, lo califica de "esforzado... pala­dín de su causa". En el caso se trataba de la creación de la Academia de Artillería.

H) El ensayo fallido que supuso la Enfiteusis Rivadaviana tomó, con las reformas introducidas por la concepción propia de MANUEL DORREGO y MANUEL MORENO, un giro auténti­camente positivo.

La administración dorreguiana comenzó por desconocer la Ley de Enfiteusis Nacional, en razón de haber sido sancio­nada por el Congreso de 1824-26, de la que no participó el Estado bonaerense.

Lo indudable era que el preocupante panorama descrito en la Memoria bajo estudio imponía una reforma con cabal sentido de apego a la realidad. Ese sentido de la realidad que hace a la sólida base de un gran político era tan natural en MANUEL DORREGO como ausente en BERNARDINO RIVADAVIA.

Por su parte, MANUEL MORENO, aportaría a la reforma las ideas, truncas en su desarrollo práctico, de MA­NUEL BELGRANO y del Secretario de Mayo sobre tierras públicas. Así, la del 28 de febrero de 1828, sobre Enfiteusis en tierras públicas destinadas a pastoreo y su similar de fecha 18 de julio del mismo año, sobre la aplicación de la institución a las tierras públicas de pan llevar.

Existían puntos notables de diferenciación entre este tipo de Enfiteusis y su antecedente rívadaviano.

Bien puede afirmarse que "las bases del nuevo sistema aseguraban un cambio positivo de la situación".

Con razón escribe ANTONIO VIVANCO -aunque en otro sentido- que “en 1828 comenzó el cambio”.

El Hecho Histórico no pudo cumplirse. Su generoso inspirador debió hacer al país la definitiva ofrenda: SU VIDA.

J) Sin embargo, toda esta gestión bienhechora se jugaría y perdería tras la visión unilateral de la cuestionada Paz con el Brasil.

Nadie podía discutir el empeño dorreguiano en el tema, expresado mucho antes desde la tribuna, la banca, la hoja periodística y la correspondencia epistolar. Baste recordar sus esfuerzos de todo orden en pro de la lucha artiguista contra el invasor lusitano que le valiera un injusto destierro, su prédica en contra de la anexión de la Banda Oriental al Imperio Brasileño, sus contribuciones a la formación y ejecutoria de la cruzada de los 33 orientales. Sin embargo, por sobre todo ello luce su pedido al ilustre general SAN MARTIN para que abandonara el injusto exilio a que lo obligara la incomprensión de sus compatriotas y retornara para conducir nuestras fuer­zas en la guerra declarada.

Por entonces, gobernaba el país el Presidente RIVADAVIA -notorio enemigo del Libertador- situa­ción que llevó al glorioso expatriado a pensar en la inutilidad de cualquier esfuerzo de su parte al respecto. Es así como supo escribir a su antiguo Ayudante de Campo el General inglés GUILLERMO MILLER que "con un hombre como éste al frente de la administración (se refiere a RIVADAVIA, natural­mente), no creí necesario ofrecer mis servicios en la actual guerra con el Brasil por el convencimiento en que estaba de que hubieran sido despreciados".

Lo cierto fue que desaparecido RIVADAVIA del primer plano político, el gran Capitán ofreció su espada al Presidente Provisorio Doctor VICENTE LÓPEZ Y PLANES y al poco tiempo embarcó para el Río de la Plata, ya sabedor del acceso dorreguiano al poder y debido a una especial invitación de nuestro evocado, según lo dejara testimoniado el vencedor del Ande en carta de 1848 al gobernante peruano y benefactor sanmartiniano Mariscal Ramón Castilla. Todo lo descrito, prueba de forma inalterable la irreductible voluntad dorreguiana de encarar con toda decisión la continuidad de una guerra que nos había sido enteramente favorable en el plano bélico.

Fue así que frente a la vacancia en el comando de las tropas por renuncia del ex ministro de guerra general CARLOS MARÍA DE ALVEAR, el gobernador designó al antiguo Jefe de los 33 orientales General JUAN ANTONIO LAVALLEJA.

Cabe inquirir frente a todos estos antecedentes, que primó para que los deseos del gobernador DORREGO no se plasmaran en la continuidad efectiva de las hostilidades.

Aquí tomó primacía la actividad constante y solapada de las sutiles diplomacias inglesa y brasileña, coaligadas tras el designio británico de impedir la consagración de la soberanía argentina en las dos márgenes del Plata para evitar así que el gran río fuera tenido como de aguas interiores y el añejo sueño de Río de Janeiro de incorporar la llamada Provincia Cisplatina. Este enjambre de intereses fue manejado con supremas habilidades e imposturas por el diplomático inglés LORD PONSOMBY.

El sarcásticamente llamado LORD PONZOÑA, jugó en todos los planos posibles como destreza suprema. Así, no trepitó en presionar deliberadamente tanto al gobierno porte­ño cuando a la Corte Carioca, en enconar a los jefes militares argentinos contra el gobierno de DORREGO y con oficiales orientales, en tanto disponía a estos últimos contra los prime­ros en alimentar las ambiciones presidenciales de LAVALLEJA por vía de promesas reiteradas de la creación de un estado Independiente con la Banda Oriental con el apoyo británico y también con permanentes bloqueos de fondos, pertrechos y municiones de boca sobre nuestro debilitado ejército.

En suma, se buscaba llevar a DORREGO a un punto límite que le hiciera comprender la inutilidad de todo esfuerzo bélico. Nuestro hombre se resistió de todos modos pero la situación generada lo superaba, como hubiera superado a cualquier jefe de Estado que hubiera debido luchar contra la más grande potencia mundial de su hora, unida a un Imperio creciente y con un frente interno que apenas regresaba de la anarquía generalizada provocada por la Élite Unitaria. Fue así como debió dar por concluida la lucha, NO por su voluntad -como le reprochaban los jefes del ejército expedicionario- sino por la sumatoria de todas las poderosas causales reseñadas.

Un negro día 27 de agosto de 1828 nuestros delegados BALCARCE Y GUIDO debieron firmar en Río de Janeiro, bajo la forma de Convención Preliminar de Paz, una nueva y dolorosa amputación del territorio nacional. Puede que fuera una de las más traumáticas: LA PATRIA VIEJA ESTABA DEFI­NITIVAMENTE DISGREGADA. NUESTRA BANDA ORIENTAL SERIA EN LO SUCESIVO LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY.

El designio inglés estaba cumplido: El Río de la Plata sería de aguas internacionales y la existencia del nuevo Estado -bajo garantía de ambas potencias contratantes- era una su­puesta valla a las tendencias expansionistas de los dos colo­sos de la América Sureña.

En fecha 26 de setiembre, la Convención Nacional remitió al gobernador DORREGO una minuta de comunicación me­diante la cual le anexaba la autorización "para ratificar la Convención Preliminar de Paz ajustada entre la República y el Imperio del Brasil".

A partir de allí, los sucesos se precipitaron. Se comisionó a AZCUENAGA, BROWN y GUIDO para proceder a la ratifica­ción en la Ciudad de Montevideo. Finalmente, el Trabajo fue aprobado por la Convención Nacional de Santa Fe, en fecha 25 de noviembre de 1828.

DORREGO intentó hasta último momento revertir esta situación aciaga y así fue como signó junto a FEDERICO BAWH -delegado de los contingentes alemanes mercenarios al servicio del Imperio- un acuerdo para capitalizar en favor de nuestra causa con el apoyo de tales tropas, los trabajos revolucionarios de los republicanos de Río Grande do Sul.

Todo fue en vano y el hecho infausto pasó al terreno irrevocable de cumplido. La culpabilidad era masiva y general de los argentinos todos y significó abandonar la Banda Orien­tal como derrotados de la diplomacia, habiendo sido antiguos vencedores del campo de batalla.

En tanto, en fecha 10 de octubre de 1828, el gobernador DORREGO se presentó ante la Honorable Legislatura Bonae­rense para darle muestras de su agradecimiento por el apoyo legislativo prestado ante sus intentos de reiniciar el esfuerzo bélico. Recordemos que tiempo antes la Sala había querido producir su ascenso al grado de Coronel Mayor -en el presente General de Brigada- siendo la iniciativa declinada por el beneficiario en Carta admirable, fechada el 6 de agosto de 1828. Sus conceptos son de elevado tono ético al decir: "El que suscribe ha leído con sentimiento la moción presentada ante V.E. relativa a que se le expida el despacho de Coronel Mayor del Ejército permanente de la Provincia, y se recabe del Ejecutivo General de la República, cuando se instale, la reva­lidación del expresado empleo. Esta distinción -continuaba nuestro prócer - con que ha querido honrarlo el autor de la moción, es por él apreciada en su justo valor, pero ella lo obliga a exponer a V.E. que se cree suficientemente condecorado en la clase de Coronel que obtiene; que ha tenido por principio constante en su carrera, no aceptar grado alguno que no le fuese conferido en predio de acción de guerra, o algún suceso marcable, y que firme en este propósito, rehusó en los años 1816 y 1820, aceptar el empleo con que hoy se pretende distinguirlo y aún el último en la clase militar, porque eran en retribución de servicios que aunque importantes a la Provincia, pero hechos contra enemigos hermanos. Hoy -culminaba- no les es dado presentar ninguno extraordinario, antes por el contrario, con este motivo exige indulgencia ante los represen­tantes del pueblo, porque a pesar de los mejores deseos, no le es dado hacer más en el desempeño de las altas funciones que se le han confiado".

Esta página estupenda, junto a la nobleza de toda su trayectoria y la gestión de elevado tono concretada en el sillón de gobierno bonaerense, convertían a DORREGO en la figura indicada para presidir al país, no bien producida su por entonces inminente organización. Tal vez por ello se abatieron sobre su vida y su destino las sinrazones de los cuatro jinetes del Apocalipsis político: LA ENVIDIA, LA TRAICIÓN, LA INJUS­TICIA Y LA BARBARIE. No escapó al talento bravío y directo, pero sutil de TOMAS DE IRIARTE -en sus célebres "MEMO­RIAS"- la conjunción de circunstancias aludidas y fue así como supo dejar escrito que la marcha política y administrativa del gobernador "por más que vociferasen sus contrarios, fue constantemente liberal y hábil, y esto preparó su ruina, porque los unitarios no podían ser indiferentes al crédito progresivo que DORREGO adquiría con su manejo circunspecto y hábil­mente calculado".

FUERTES no deja de advertir que "en Noviembre de 1828 se encuentran en camino dos conspiraciones. Por un lado -aclara- la que organizan los Unitarios y por otro, la de ROSAS y el grupo de retrógrados que actúan por resentimiento.

En fin, tan sólo nuestro hombre -confiado ciegamente a sus fuerzas, como si estuviera al frente de un regimiento- no creía en la sublevación que ya caminaba en las pisadas de cada vecino de Buenos Aires.

Pero ello es otra historia, triste y lamentable historia que por fuerza nos toca narrar.

CAPITULO V - "DEL DERROCAMIENTO INJUSTO AL MARTIRIO BÁRBARO E IRRACIONAL" (1° al 13 de diciembre de 1828)

Ya hemos indicado que nuestro evocado no creía en un alzamiento en contra del orden constituido.

PALACIO ha dejado escrito que la incredulidad dorreguiana se generaba en su "concepción romántica de la camaradería militar", la que lo llevaba a estimar "absurdo que se alzaran contra él sus compañeros de armas y de gloria, entre quienes contaba innumerables amigos", convencimien­to erróneo que se adentró aún más en su espíritu "cuando se le anunció que el jefe de la revolución sería el general don JUAN LAVALLE".

Sólo tardía y malamente, ante evidencias muy plenas cambió su convencimiento. Fue entonces que intentó un plan desesperado que los conjurados no secundaron.

DORREGO pretendió que el ejército expedicionario pasara en forma directa desde la nueva República Oriental del Uruguay a la zona de la actual ciudad de Bahía Blanca -poco antes fundada por el Coronel ESTOMBA, en el marco del progresista plan dorreguiano de extensión de la frontera interior bajo el pretexto de una presun­ta campaña contra el aborigen.

El resultado fue El motín decembrista.

Captando que la defensa de la ciudad era utópica, dejó en manos de sus ministros BALCARCE y GUIDO y salió a la campaña rosista, Antes de salir envió un emisario a ROSAS -en aquel momento en San José de Flores- para que rápidamente convocara a las milicias rurales y más luego se uniera a su persona en la campaña pastora bonaerense.

En tanto, en la ciudad porteña, sus ministros debieron entregar la situación por la fuerza de los hechos generados por una tropa veterana y aguerrida que rápidamente ocupó los pocos centros vitales de la hoy capital del Plata.

El Doctor JULIÁN SEGUNDO DE AGÜERO desa­rrolló en el atrio de la capilla de San Roque la famosa ELECCIÓN DE LOS SOMBREROS donde un torbellino general de sombreros consagró al General LAVALLE, gobernador y capi­tán General de la Provincia de Buenos Aires".

LAVALLE, rápidamente disolvió la Sala de Representantes y delegando el mando en el Almirante GUILLERMO BROWN salió al frente de un regimien­to de caballería veterana de quinientas plazas a la búsqueda de DORREGO (7 de diciembre).

DORREGO en tanto, luego de pasar escondido el día 1º en la propia ciudad se había dirigido a Cañuelas en la espera de ROSAS. Ambos se encontrarían el día 6.

ROSAS reunió un grupo de 2000 hombres que el día 9 se enfrentaron en campos de Navarro con los 500 granaderos Lavallistas, donde el primero pese a su superioridad numérica resultó derrotado.

DORREGO decidió no abandonar el territorio bonaerense para intentar una unión de fuerzas con el entonces Coronel ÁNGEL PACHECO. Con el fin de producir un levantamiento general contra los rebeldes, llegó hasta San Antonio de Areco, donde éste último lo recibió y se puso a sus órdenes. Desgraciadamente para DORREGO, las tropas fueron sublevadas a favor de LAVALLE por el Comandante BERNARDINO ESCRIBANO y el Mayor MARIANO ACHA. Quienes lo entre­garon a merced del General unitario.

En principio, parecía que DORREGO sería condu­cido a Buenos Aires, donde lo aguardaban el almirante GUILLERMO BROWN y el Ministro Doctor JOSÉ MIGUEL DÍAZ VELEZ, quienes le ofrecían la expatriación junto a su familia.

Lo cierto fue que repentinamente la columna que enfilaba a Buenos Aires, torció su rumbo y se encaminó al campamento unitario en Navarro.

Llegado DORREGO al campamento lavallista de Navarro, el 13 de diciembre, el jefe unitario se negó rotunda y reite­radamente a una entrevista con él y lo colocó bajo la custo­dia del Coronel prusiano FEDERICO RAUCH. Acto seguido, le hizo saber, que en el término de una hora sería fusilado.

La Convención Nacional de Santa Fe calificó este hecho como "un crimen de alta traición contra el Estado" (Declara­ción de fecha 20 de febrero de 1829). Subsiguientemente comenzaron las hostilidades contra LAVALLE. Finalizando en Puente de Márquez, el 26 de abril de 1829, donde fue derrotado por LÓPEZ.

Luego cayó en el sutil manejo político de ROSAS, claramente visible en las convenciones de Cañuelas (24-VI-1829) y Barracas (24-VII-1829).

Posteriormente el breve interinato del general JUAN JOSÉ VIAMONTE dio paso al advenimiento de ROSAS al poder.

CAPITULO VI - "DE UNA POSTERIDAD AUN RENUENTE A LA MÁS ESTRICTA JUSTICIA" (Desde 1828 hasta nuestros días)

El final de este trabajo nos enfrenta a desarrollar los múltiples aspectos de la posteridad dorreguiana lo cual nos exige una sistematización de conteni­dos.

Conforme a ello, trataremos: A) La posteridad de los sucesos, comprendida de: a) Destino último de la herencia ideológica dorreguiana; b) Tardía comprensión lavallista del suceso y de sus hombres intervinientes; c) Des­tino sorprendente de las cartas instigadoras de la inmolación dorreguiana. B) Posteridad de DORREGO en las opiniones de los estudiosos.

A) LA POSTERIDAD DE LOS SUCESOS.

a) DESTINO ULTIMO DE LA HERENCIA IDEOLÓGICA DORREGUIANA.

Un lector desprevenido puede llegar a caer en la mayor confusión. Es que puede creer, honestamente, que el arrogarse rosista de la herencia ideológica dorreguiana representa la verdad de la cuestión, cuando en realidad no es más que su tergiversación.

Para evitar esta errónea concepción hay que ubicarse más allá de las palabras.

El juego político de ROSAS ha movido a una polémica inacabada a inacabable.

Su formación fue típicamente abso­lutista. Todo contribuyó a ello: las calidades y condición social de su familia, el hecho de recibir instrucción en forma particular que lo alejó de los jóvenes intelectuales de su tiempo; sus lecturas en especial las de GASPARD DE REAL DE CURSAN y, fundamentalmente, de adolescencia y juventud, pasadas en las posesiones rurales de sus mayores en un medio de típico cuño feudal.

Todo ello definiría a la postre su estilo autocrático y dotado de seguridad en el mandar.

Los primeros tiempos de su actuación personal, le brindaron éxitos significativos que lo convirtieron en uno de los voceros más visibles de los pensamientos e intereses de los grandes hacendados de la campaña bonaerense.

Desde allí se tornaría insensible y rápido su acceso al plano político. Sus primeros pasos, apoyando a la administra­ción de Martín Rodríguez le permitieron reparar en las dos falencias básicas del sistema rivadaviano, las mismas que impedirían su expansión a nivel nacional.

La primera falla era su carencia de sustento popular masivo; elemento este irremplazable para el desarrollo de cualquier programa políti­co, incluso de aquellos que pudieran representar la defensa de sectores, sean ellos los comerciantes porteños (Rivadavia) o los estancieros bonaerenses (Rosas).

El segundo punto crítico advertido en el esquema rivada­viano era su falta total de flexibilidad expuesta en su trato con los pueblos del interior; situación que lo llevaba a mostrarse con un ideario centralista y unitario desembozado, además de adoptar -en nombre de Buenos Aires- una postura de tutor del resto de los Estados integrantes inadmisibles para estos últimos.

Pronto advirtió Rosas que esa política tenía el mismo final catastrófico de los ensayos de la Junta Grande (Saavedra y Funes), del Primer Triunvirato (Rivadavia), de los Directorales (Posadas, Alvear, Pueyrredon y Rondeau).

Entendió lúcida­mente que para defender un interés sectorial porteñista con perspectivas de éxito en el plano nacional había que lograr consenso popular real en la parcialidad bonaerense en primer término y luego elaborar una propuesta basada en un federa­lismo formal, para introducir sutilmente tras el un centralismo sustancial.

Desde 1820 a 1829 trabajó en tal sentido. Es así como ha dejado confesado en su correspondencia el haberse propues­to deliberadamente lograr predicamento entre los gauchos "A toda costa", aún haciéndose "gaucho como ellos, hablar como ellos y hacer cuanto ellos hacían".

Posteriormente comenzó con una prédica federalista sustentada esencialmente, en las formas, situación que lo llevó a no concordar con la propuesta esencial de DORREGO, visiblemente encaminada a un federalismo de sustancia.

Pese a ello, bien se cuidó de no discrepar públicamente con el tribuno coronel, en tanto se preocupaba por el acrecen­tamiento de su prestigio, el que subía notoriamente al punto de presentar a los capitales que en un principio habían acompa­ñado el proyecto rivadaviano, como pensamos seriamente en su persona como figura de recambio en la conducción de los intereses portuarios.

La situación de disidencia latente con el ideario dorreguiano había sido sutilmente captada por el evocado de estas páginas, según hemos dejado testimonio con anteriori­dad.

La estrella política que siempre acompaña a los triunfado­res le dio a Rosas la gran oportunidad de pasar al primer plano cuando la ceguera de fanatismo de la logia unitaria inmoló a DORREGO.

Comenzaba así la tergiversación del federalismo doctri­nal impulsado por DORREGO por vía de un manejo que iba mucho más allá de una prédica formal en las palabras.

Vale a esta altura preguntarse, qué pasó con el ideario dorreguiano. Lo cierto es que a posteriori del abrupto deceso de su ideólogo mayor sólo reaparecía esporádica, sectorizada y fugazmente en la defensa del autonomismo bonaerense que ejercitó ADOLFO ALSINA o en la revitalización de la tradicional corriente del federalismo histórico que se observa primero en el pequeño partido republicano -desprendimiento del citado autonomismo alsinista- y luego en la época inicial del radica­lismo, tiempo del ideario propio de LEANDRO ALEM y ARISTOBULO DEL VALLE.

Al presente y con notoria vocación de futuro, tal como lo hemos desarrollado en estas páginas, el pensamiento dorreguiano es una verdadera idea fuerte para la revitalización doctrinaria, moderna y estructural del federalismo.

b) TARDÍA COMPRENSIÓN LAVALLISTA DEL SUCESO Y DE SUS HOMBRES ÍNTERVINIENTES: SU ARREPENTIMIEN­TO.

Todo lo historiado en el libro inmediato anterior de esta obra en lo que hace al Jerusalén y Gólgota de la vida de LAVALLE a partir de Navarro en adelante, produjo en el infortunado General una honda sensación de desengaño con referencia a los hombres que lo habían alentado para efectivizar la trágica inmolación del 13 de diciembre.

Sus propias palabras eximen de mayores comentarios cuando de manera terminante supo decir: "¿ellos callan?, déjenlos callar ... ¡iré sólo a la historia con mi tremenda responsabilidad!", para agregar luego: "Si llego a Buenos Aires, haré una expiación inaudita".

Estas expresiones han hecho escribir a FUERTES que "Lavalle reconoció su grave error, en un arrepentimiento pro­longado y veraz".

c) DESTINO SORPRENDENTE DE LAS CARTAS INSTIGADORAS DE LA INMOLACIÓN DORREGUIANA.

Pese a que como hemos visto LAVALLE quiso presentar­se ante la historia como único responsable del fusilamiento de Navarro, lo cierto es que las cartas ya transcritas de SALVA­DOR MARÍA DEL CARRIL y JUAN CRUZ VÁRELA fueron conservadas por su parte.

Ya ROSAS había dejado testimonio de su existencia al referir en su epistolario que en las famosas entrevistas de Cañuelas el héroe de Río Bamba le había exhibido las citadas misivas y el borrador del Parte de fusilamiento que había preparado JULIÁN SEGUNDO DE AGÜERO .

Lo cierto es que hacia 1881, el prestigioso historiógrafo ÁNGEL JUSTINIANO CARRANZA encontró las citadas Cartas en el Archivo dejado por LAVALLE a su mujer DOLORES CORREA. El investigador las publicó en el diario "LA NACIÓN" de Buenos Aires en el citado año y las utilizó como centro de su libro "El General LAVALLE ante la justicia póstuma", publicado en la ciudad porteña cinco años después.

La no aparición del borrador del famoso Parte del fusila­miento es hasta hoy un enigma no definitivamente aclarado, aunque JOSÉ MARÍA ROSA se arriesga a conjeturar que "tal vez LAVALLE lo destruyó, por el carácter sacerdotal del remi­tente", refiriéndose al presunto autor del mismo Doctor JULIÁN SEGUNDO DE AGÜERO.

Las cartas produjeron al ser publicadas una profunda consternación pública, natural a tantos años del suceso origi­nal y fundamentalmente porque uno de sus remitentes -el Doctor SALVADOR MARÍA DEL CARRIL- era por entonces el presidente de la Corte Suprema de Justicia luego de una relevante carrera pública que lo habían llevado entre 1854 y 1860 a ser Vicepresidente de la República junto a JUSTO LÓPEZ DE URQUIZA en el llamado gobierno de Paraná.

Finalmente, cabe pensar que pudo existir en LAVALLE una sensación última de desligar responsabilidades, en la medida que más allá de sus palabras no se hizo eco de la directa sugerencia de JUAN CRUZ VÁRELA en su misiva del 10 de diciembre de 1828 cuando decía al infortunado general "Car­tas como estas se rompen".

B) POSTERIDAD DE DORREGO EN LAS OPINIONES DE LOS ESTUDIOSOS.

Representa un válido colofón la visión que los investigadores nos han querido dejar de nuestro evocado, cual suerte de bosquejo final en torno a su persona­lidad, trayectoria, obra y mensaje al porvenir.

Comenzamos este raconto final con la posición de un autor que como hemos visto a lo largo de todas sus transcripciones que nos hemos permitido efectuar no es espe­cíficamente un adherente de nuestro evocado. Se trata del Doctor MARIANO DE VEDIA Y MITRE quien al culminar su análisis sobre DORREGO dice que se trataba de un "patriota ante todo, valiente y capaz, a quien persiguió casi constante­mente la desgracia, de la que no logró desasirse ni en el momento decisivo" .

En una obra clásica sobre el tema afirma JUAN BAUTIS­TA TONELLI "que la verdad de la vida de nuestro prócer se da en su triste destino pues parecía nacido para que la injusticia de los hombres, cegados por odios particulares, se ensañaran con él".

Es el turno de mencionar, aquí, la posición sostenida por la alta autoridad del Doctor RICARDO LEVENE, quien lo señala certeramente como prototipo de un "demócrata federal".

ALVARO RICARDO FUERTES, en un excelente trabajo sobre nuestro historiado, entiende a DORREGO como auténtico "intérprete de los sinceros sentimientos autonómicos de las Provincias Argentinas y mártir de sus propias ideas".

JOSÉ MARÍA ROSA lo define como personalidad con "condiciones para ser caudillo sin dejar de ser un estadista, pa­ra agregar seguidamente que "unía la sensibilidad al racioci­nio".

Más recientemente ARMANDO ALONSO PIÑEIRO ha escrito a propósito de nuestro evocado que llenó la figura de un "brillante militar y frustrado estadista".

ANTONIO CAFIERO caracteriza a nuestro evocado como al continuador de "la tesis ideológica e institucional del gran Artigas que procuraba establecer la unidad de la Nación Rioplatense bajo el sistema federal", para luego entender a DORREGO como un verdadero "titán de la historia general de los argentinos, cuya mención continúa todavía erizando la piel de quienes gustan conservar y defender los privilegios. Por lo que alguna vez DORREGO fue capaz de preguntar ¿qué país quieren ustedes? cuando un proyecto rivadaviano pretendía eliminar el voto de los soldados de línea, los criados y los peones a sueldo. Todavía hoy esas palabras suyas podrían conmover a los argentinos de bien que se mortifican ante las injusticias: ¿qué país queremos?, deberíamos preguntarnos todos en homenaje a las sagradas rebeldías de este bonaeren­se genuino, de este federal auténtico, de este demócrata sin tachas, mártir en el largo, traumático proceso de alumbramien­to nacional".

RENE SAÚL ORSI entiende a DORREGO como "hombre virtuoso, de una vida privada y pública irreprochable" que "luchó siempre de frente, con benevolencia y generosidad para sus detractores y adversarios, estimándolo además como "un creyente genuino" y exaltándolo como "prócer de la nacionalidad".

Finalmente FEDERICO GAMAS, en un completo trabajo dedicado a esta personalidad lo exhibe como ideólogo de "sólida formación doctrinaria" y político de encomiable "des­interés".

Luego de toda esta reseña de virtudes, historiógrafos de las escuelas más diversas y contrapuestas, aparece como grandemente injustificada la calificación que otorga a DORRE­GO el pensador uruguayo JORGE CHACAS al tenerlo como un mero "porteño", cuando fue justamente DORREGO, quien levantó y enalteció la bande­ra federal originaria de ARTIGAS.

Por nuestra parte, con un visible espíritu de proyección presente y futura de las ideas de DORREGO, queremos repa­rar en la escasa vigencia actual del auténtico federalismo por el que vivió, luchó y murió nuestro héroe.

Las últimas décadas muestran la realidad de un país dependiente de Buenos Aires en todos sus aspectos funda­mentales y contra ello clama esa columna tendida al cielo en campos de Navarro, que semeja el brazo-puño en alto del ciudadano MANUEL DORREGO, que impone, que manda a cumplir, por el pueblo argentino todo -cual gigantesco albacea- que su legado se concrete en los hechos, que su verdad se practique, que su empeño fructifique, que el destino del Estado Federal Argentino sea una realidad basada en la aplicación actual y vigente de sus pensamientos, resultantes de la mejor idea fuerza a brindarse al Federalismo Argentino.



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