CAPITULO II - "EL MILITAR ARROJADO AL SERVICIO DE SU PATRIA" (1810 -1816)

Las situación de país donde iniciaría DORREGO su glorioso peregrinar por los campos de batalla del Norte Argentino era la siguiente:

a) Luego de la Revolución de Mayo de 1810 se consolida la famosa Junta Grande (gobierno centralista al mejor estilo virreinal) bajo el liderazgo de Saavedra y la inspiración del Dean Funes.

b) La creciente oposición a la política centralista de la Junta Grande se tornó en irresistible luego de la derrota del Ejército del Norte en Huaqui (20 de junio de 1811).

c) Ante lo dicho, FUNES y el grupo portuario tomaron dos medidas fundamentales. En primer lugar, eliminaron a SAAVEDRA, a quien se mandó para reorga­nizar las tropas derrotadas en el Norte. Luego, decidieron crear un Poder Ejecutivo menos numeroso y así surgió en nuestra vida institucional el Primer Triunvirato.

En estas circunstancias DORREGO principió en el ejército norteño como ayudante de EUSTAQUIO DÍAZ VELEZ. Rápidamente, la acción lo envolvió en Sansaña y Nazareno, donde resultó herido.

Pese a esto, asistió a la segunda batalla de Suipacha, bajo el mando del General JUAN MARTIN DE PUEYRREDON, donde recibió otra condecoración al valor -bajo las formas de una ráfaga de metralla que lo dejó en estado grave- y su ascenso al grado de Teniente Coronel .

El petitorio de PUEYRREDON de ser relevado del mando del ejército por razones de salud, significó, la presencia de la jefatura de las tropas del ilustre general MANUEL BELGRANO, quien sutilmente captó las capacidades del joven Teniente Coronel y lo designó Ayudante de Campo y Secreta­rio de la Guerra.

La situación en Buenos Aires no había mejorado con la creación del Triunvirato. Primero habían sido sus propios creadores -antiguos diputados del interior y algunos de sus seguidores porteños- quienes nucleados en la Junta Conser­vadora se reservaron para sí funciones de Poder Legislativo frente al Ejecutivo otorgado al citado Triunvirato. Sin embargo, se trataba de un Poder Legisferante muy especial, en la medida que por los contenidos del Reglamento Orgánico que la propia Junta elaboró, se le reservaban potestades superio­res a los otros dos poderes restantes, en particular en referen­cia al Ejecutivo.

En tanto, sucedía que el Triunvirato había comenzado a ser dominado por una nueva figura: Don BERNARDINO RIVADAVIA. Los comerciantes porteños vieron en él su hombre para reiniciar sus tradicionales proyectos centralizantes.

Bien pronto comprendieron que FUNES y sus compañe­ros de Junta no tenían cabida en el nuevo orden de cosas. Así, el Triunvirato, disconforme con el Reglamento Orgánico, lo remitió al Cabildo Portuario -hechura de su medida- para que eximiera opinión a su respecto. La Junta Conservadora, a pesar de ello, le dio su aprobación. Ante ello, el Triunvirato disolvió la Junta y desterró a los diputados, iniciando así otro período de crudo centralismo.

Nuevamente la marcha de la guerra de la Independencia sería el detonante de las reacciones contra la tendencia centralizadora. En efecto, los antiguos morenistas -reunificados por medio de la Segunda Sociedad Patriótica- comenzaron una decidida campaña antigubernamental.

Pronto recibieron el apoyo del Doctor BERNARDO DE MONTEAGUDO, arribado en esos días del Alto Perú. A esto se sumó la presencia del joven Coronel JOSÉ FRANCISCO DE SAN MARTIN, venido de España, vía Inglaterra y la formación de la Logia Lautaro, la que pronto se vio enfrentada con el Triunvirato. MONTEAGUDO sirvió de hábil nexo entre ambas agrupaciones.

Por otro lado ya se hacía sentir la prédica perdurable de JOSÉ GERVASIO DE ARTIGAS en favor de los derechos de los pueblos del interior.

El episodio de la guerra de la independencia que movió a la totalidad de los opositores a precipitar la caída del Triunvirato fue el siguiente:

Resultaba que el Triunvirato había ordenado al Jefe del Ejército del Norte General MANUEL BELGRANO el evitar un encuentro decisivo con los realistas y a tales fines dispuso se evacuara primero Jujuy, luego Salta y posteriormente Tucumán. Los pobladores de esta última -ante la posibilidad cierta de caer en manos de los españoles- lograron de BELGRANO la promesa de enfrentar a los realistas. El encuentro -BATALLA DE TUCUMAN, dada el 24 de setiembre de 1812 en el Campo de las Carreras- significó un rotundo éxito patriota y dio por tierra con los escasos rastros de prestigio del Gobierno cen­tral. Así fue que el 8 de octubre de 1812 una revolución terminó con el Primer Triunvirato.

DORREGO estuvo presente en la gesta tucumana y desem­peñó un papel protagónico en el campo de batalla.

Su actuación en la BATALLA DE SALTA -20 de febrero de 1813- no lo fue en desmedro de la anterior. A la orden belgraniana de "Avance usted y llévese por delante al enemi­go", supo responder con una carga fulminante, a punto de convertirse en uno de los factores decisivos de aquella glorio­sa acción de guerra. Allí se acuñan sus despachos de Coronel graduado. Sin embargo, aquí comenzarían sus padecimientos generados en su propio y fogoso temperamento. La cuestión empezó cuando nuestro hombre discrepó abiertamente con la generosa capitulación que el noble general BELGRANO otorgó a su vencido en los campos salteños, General PIÓ TRISTAN. Es que DORREGO -no sin gran acierto, tal como le reconocería la evolución posterior de los sucesos- considera­ba que dicha capitulación comprometía decisivamente el éxito posterior de la guerra.

Fue entonces que BELGRANO lo destinó al frente de su contingente al puesto de avanzada emplazado en Humahuaca. Desde allí debió regresar a Jujuy, privado del mando, para ser sometido a sumario.

Algunos historiadores creen que la motivación de tan grave medida se encuentra en una presunta actitud instigadora de DORREGO sobre dos oficiales sometidos a su mando para que resolvieran sus diferencias mediante la realización de un lance caballerezco, del cual habrían resultado ambos con lesiones graves. Otros opinan que surge en la férrea y fundada oposición de DORREGO a los planes de invasión del Alto Perú elaborados por ANTONIO ALVAREZ DE ARENALES y aceptados por BELGRANO. DORREGO se basada en las casi imposibles labores de aprovisionamiento de la retaguar­dia, proba­blemente generante de la pérdida de todo lo ganado en Tucumán y Salta.

Esta última interpretación queda respaldada por algunas acciones que el mismo BELGRANO llevó a cabo con posterioridad a las derrotas de VILCAPUGIO (15 de octubre de 1813) y AYOHUMA (14 de noviembre de 1813), cuando reha­bilita a DORREGO y le confiere el mando de la retaguardia y el cargo de Gobernador Interino de Salta, además de reconocer públicamente que con la sola presencia de DORREGO al frente de sus coraceros, pudo haber evitado los desafortunados contrastes.

En tanto el Segundo Triunvirato -nacido de la Revolución del 8 de octubre de 1812- puso en práctica los principios MORENISTAS-SANMARTINIANOS proclives a lograr la unidad nacional para luego encarar planes de liberación continental. Bajo tales miras se convocó a la Asamblea de 1813 a la que ARTIGAS envió seis diputados, portadores de sus notables "INSTRUCCIONES" propugnadoras de la INDEPENDENCIA TOTAL, del RÉGIMEN REPUBLICANO y de la IDEA FEDERA­LISTA CONFEDERATIVA.

Anteriormente, hemos sostenido a este singular documento como un verdadero esbozo de Carta Constitucional que en muchos aspectos supera y en otros anticipa a la dictada en 1853.

Los hombres de Buenos Aires, veían todos estos prepa­rativos de organización con singular preocupación pues los mismos imponían conceptos de igualdad entre Estados a integrarse bajo una estructura federalista que destruían la preponderancia porteña. Entendieron que gran parte del peli­gro estaba representado en la LOGIA LAUTARO y sobre ella actuaron por vía de producir la división de sus integrantes. Así lograron ganar para su causa a un sector de la logia, liderado por el joven y ambicioso CARLOS MARÍA DE ALVEAR, en tanto dejaron sin orientador a la fracción disidente al enviar primero a Santa Fe y luego al Norte a SAN MARTIN. De esta manera, el núcleo adicto a ALVEAR y el bando portuario dominó la Asamblea, se negó a la proclamación de la Independencia, rechazó por meros aspectos formales a los Diputados Orientales, eludió el dictado de una Constitución y tan sólo concretó un conjunto de medidas parciales, a la par que instauraba el Directorio Supremo, primer ejecutivo unipersonal de nuestra historia, de fuerte determinismo centralista.

Conforme lo dicho, el futuro Libertador fue destinado a la jefatura del ejército norteño, en reemplazo del hacedor del lábaro de la Argentinidad, D Manuel Belgrano.

En principio existieron acuerdos entre el nuevo jefe y DORREGO, a punto tal, que el primero llega a encomendarle la organización de la guerra de guerrillas, nada menos que junto a MARTIN MIGUEL JUAN DE LA MATA GÜEMES.

Luego vendría el episodio de la uniformación de las voces de mando que consistió en una actitud descomedida de DORREGO al mofarse de la supuesta voz aflautada de BELGRANO. Lo que le valió por parte del Libertador SAN MARTIN su separación del ejército y su retiro a Santiago del Estero.

Arribado a Buenos Aires, fue destinado a la Banda Oriental para incorporarse al ejército que a órdenes de CAR­LOS MARÍA DE ALVEAR, operaba contra los contingentes artiguistas.

Algunos historiadores piensan que la comprobación de las reales causas de la hostilidad de los pueblos a los desig­nios porteños, lo llevaron a pensar por vez primera en términos políticos. Ya que, a partir de aquí, su vida ofrece la declinación del profesional de la violencia y el florecimiento de un incipiente ser político.


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