CAPITULO IV - "EL ESTADISTA ENCLAVADO EN EL PORVENIR" (1827-1828)

La mera exposición del estado de los problemas particu­lares del gobierno bonaerense , más los de interrelación con los otros Estados integrantes, además de los emergentes del encargo de las Relaciones Exteriores, liberan a DORREGO, de una supuesta complicidad con los caudillos del interior para hacer fracasar el Congreso y así alcanzar el poder.

A ello se suma, que la toma del gobierno en tales condicio­nes, revelaría una falta del sentido de oportunidad política, elemento del cual, nuestro evocado se hallaba dotado en muy buen grado.

El propio y flamante gobernador se refirió a las especiales circunstancias en que le tocaba en suerte gobernar en su Mensaje a la Honorable Legislatura del 14 de setiembre de 1827. Allí destacó que "en tiempos comunes, al principio de una Legislatura que aparece en el período de la ley, este acto lleva consigo la ventaja de poner en correspondencia las ideas; y de excitar la atención de los Legisladores sobre objetos especiales de su instituto; de dar movimiento a su acción; y de inclinar su patriotismo hacia los puntos que con más urgencia reclama las necesidades del Estado.

Hay entonces una habitud en los consejos; un enlace tan suave y natural en las leyes, que esta tarea viene a ser el sumario de los principios, y la expresión del sentimiento. Pero cuando, sucede hoy día, los trabajos de los Legisladores han sido interrumpidos por un espacio considerable, esta franca comunicación, cuya utilidad es de suyo aún más evidente, y cuya trascendencia es inmensa, ofrece muchas dificultades. De estas circunstancias proviene que el gobierno haya tenido que insumir algunos días en reunir los datos necesarios para poder desempeñarse, mostrando a la Honorable Sala del bosquejo de lo que ha pasado en su ausencia, y juntando esos instantes desgraciados en que un delirio de política le quitó su administración, con estos días memorables que le vuelven su dignidad y sus derechos".

Luego pasó revista a las calamidades institucionales, económicas, al abandono del ejército comprometido en la lucha contra el Imperio, el peligroso desentenderse de las líneas de frontera con el aborigen, para culminar brindando un panorama numérico del déficit que por sí sólo habla al respec­to.

Finalizaba sosteniendo que "el gobierno no puede cerrar su exposición, sin llevar una mirada dolorosa a los estragos que la guerra civil había causado en las Provincias, y la pérdida de consideración en el Estado, que circunstancias tan fatales debían producir, en su actual importante lucha contra la usurpación del Emperador del Brasil. En semejante situación era absurdo esperar justicia; eran inútiles los triunfos. Había de hecho desaparecido la República; porque no puede serlo un país donde la autoridad se entrega al ejército de la fuerza, de la corrupción y de la intriga. Cargos terribles tienen pronuncia­dos los pueblos a este respecto contra la administración anterior. Más la época de entenderse ha sido la era de la restauración de esta Provincia. El sentimiento de la uniformidad de causa, había referido a este suceso la tranquilidad de las Provincias hermanas; y las aberturas más dulces para una buena inteligencia, y a concurrencia de acción le fueron presentadas desde los primeros instantes en que recuperó su existencia. Vamos Señores -coronaba optimistamente- a lle­nar grandes esperanzas, a conciliar y defender los intereses más preciosos, y a reorganizar una Nación, que es digna de serlo, fundando su ser en las bases de la equidad y la justicia".

Eligió un gabinete acorde con las dificultades a asu­mir. Todas figuras probadas en el Federalismo Doctrinal Dorreguiano. Así se desempeñaron: MANUEL MORENO en la cartera de Gobierno y Relaciones Exteriores; MANUEL HERMENEGILDO DE AGUIRRE en el Ministerio de Hacienda y JUAN RAMÓN BALCARCE en el área de Guerra y Marina.

Luego de acordada la paz con el Imperio, el gobernador reorganizaría parcialmente su cuadro de colaboradores más directos y en su directa consecuencia MANUEL MORENO dejaría su cargo a TOMAS GUIDO, en tanto MANUEL HERMENEGILDO DE AGUIRRE haría lo propio en favor de JOSÉ MARÍA ROXAS Y PATRÓN.

De esta forma e "inmediatamente -nos dice FUERTES-, DORREGO se puso en la tarea de organizar la Provincia de Buenos Aires como paso previo a la gran organización nacio­nal".

Ya fue dicho que nuestro hombre asumió el poder rodea­do de un sin fin de problemas. Veamos el derroche de talento y coraje que puso en juego para superarlos. Entre tales cuestiones se destacaban:

A) Una campaña periodística y de otros órdenes -incluso de libelo- de la oposición elitista unitaria que lo consideraba poco menos que un usurpador. Pese a ello fue fiel al ideario de toda su vida, reflejado en los conceptos cristalinos que expresara poco después de recibir­se del cargo, cuando señaló: "Para separarme del puesto que me había encargado, no sólo será suficiente la sanción vues­tra, sino que, idólatra de la opinión pública, si no soy bastante feliz para obtenerla, no aumentaré mi desgracia empleando la fuerza para repelerla o la intriga y la temeridad para adormecerla".

Amparada en el ideario romántico del gobernador, "la prensa llegó al desenfreno", relata JOSÉ MARÍA ROSA para seguidamente agregar: "El tiempo de JUAN CRUZ y FLORENCIO VÁRELA, El Constitucional de MORA, El Duende donde escribía AGÜERO, el Porteño de GALLARDO, El Grani­zo, El Liberal, El Diablo Rosado de LASSERRE, seguido después por e! Hijo Mayor del Diablo Rosado, el Hijo Menor del Diablo Rosado, El Hijo Negro del Diablo Rosario, atacaban con más violencia que gracia al gobierno de la "chusma" Pese a la bajeza de la prédica, el gobernador se mantuvo por encima de tales miserabilidades e hizo honor desde el poder a su calidad de "hombre apasionado por sus ideales, pero tolerante y culto", tal como lo reconoce la alta autoridad de RICARDO LEVENE.

B) Sus inteligentes esfuerzos por limar desconfianzas con los pueblos del interior fructificaron en un evidente estado de concordia nacional, base indispensable para apuntar de allí a la atención de grave conflicto con el Imperio.

Así lo puntualiza GERMÁN JOSÉ BIDART CAMPOS cuan­do escribe que con DORREGO "el proceso de pactos se intensifica".

No era más que la consecuencia de la restauración del respeto pleno a las AUTONOMÍAS ESTADUALES inaugurado por el gobierno de nuestro héroe. Así es como florecieron el Trabajo de Huanacache, signado por Mendoza, San Juan y San Luis, lo que estatuía la unidad y la armonía en Cuyo.

Luego, la sucesión es vertiginosa, a saber: a) El 21 de setiembre de 1827, la unión se dio entre Buenos Aires -conducida por DORREGO- y Córdoba -orientada por JUAN BAUTISTA BUSTOS- a los fines de "formar Nación" y sumar esfuerzos para reencausar la guerra contra el Imperio, además de alentar la inmediata instalación de la Convención Nacional, a los efectos de ungir un Poder Ejecutivo Nacional Provisorio y dar los basamentos para el llamado a Congreso General Constituyente, el que estaría presidido por la adopción de! Sistema Federal; b) En 24 de setiembre de 1827, son Corrien­tes y Entre Ríos los que sellaron una unión ofensiva y defensiva con las miras puestas en el acuerdo nacional totalizador que agruparía a todos los Estados integrantes en una Confederación; c) El 2 de octubre de 1827, tocó a Buenos Aires -orientada por nuestro evocado- y a Santa Fe -conducida por "El Patriarca de la Federación", Don ESTANISLAO LÓPEZ- el arribar a un convenio que estatuía la convocatoria a una Convención Nacional y la delegación santafesina en favor de su contratante del manejo de las Relaciones Exteriores y de la guerra; d) En fecha 29 de octubre de 1927, son Buenos Aires y Entre Ríos los que firmaron un tratado similar al inmediato anterior tratado; e) La situación se reproduce entre Buenos Aires y Corrientes, en fecha 11 de diciembre de 1827. Bajo todos estos acuerdos subyacía la suprema voluntad dorreguiana -patriótica e inteli­gentemente manifestada- en aras de producir una unión en libertad igualitaria para asegurar la instalación de la ansiada Convención Nacional, la prosecución en términos favorables de la guerra contra el Imperio y el triunfo de la causa de los pueblos por vía de la adopción del Sistema Federal.

C) Todos los esfuerzos de acercamiento con los herma­nos del interior descritos, motivaron reacciones en contrario del círculo portuario, empeñado todavía en imponer su tutoría. Así fue como manipuleando la opinión pública lograron hacer decaer en parte el prestigio de! gobernador en el seno porteño. Por contrapartida, el mismo aumentaba incesantemente en el interior.

A pesar de lo expuesto, DORREGO llevó su administra­ción por el camino de la concordia y la moderación.

Escribe al respecto ERNESTO PALACIO que "por primera vez en la historia de nuestras discordias civiles, no se inician persecuciones, no se aprisiona ni se destierra a los adversa­rios, ni se suprime la libertad de prensa... el gobernador, que ha sufrido prisiones y destierros en su carrera de opositor y conspirador, tiene a gala no incurrir en las faltas de quienes a él lo persiguieron, y se resiste a convertirse en opresor de sus compatriotas... influye en su ánimo no sólo la conciencia de su poder, sino también su liberalismo principista y su innata y proverbial generosidad".

D) La situación económica en crisis total -tal como el gobernador lo dejara expresado transparentemente en su Mensaje a la Honorable Legislatura del 14 de setiembre de 1827 era manifestación evidente de tantos años de descontrol y de luchas externas e internas. Además, sufría las consecuencias del reciente y desmedido esfuerzo de la guerra con el Imperio. Producto de todo ello era el acrecentamiento de la deuda pública y la desvalorización de la moneda.

Según JORGE CALDAS VILLAR, “la crisis financiera que se abatió sobre el gobierno de DORREGO era herencia del régimen rivadaviano”.

Cualquiera fuera la causa o causas de estas dificultades -todas heredadas, sin duda- el gobernador no se engañaba sobre su seriedad. Así fue que a poco de prestar juramento, pronunció un discurso afirmando que "la época es terrible, la
senda está sembrada de espinas. No es, pues, posible allanar­la sin que cada cual concurra con el contingente de conoci­mientos y recursos contenidos en la esfera de su poder".

Pese a todos los signos desfavorables, en el corto tiempo de su gestión nuestro evocado logró -mediante un enérgico empeño en la contrac­ción del gasto público- poner en línea a las finanzas públicas.

E) La división del mismo Partido Federal Bonaerense conspiraba también contra DORREGO. Si bien en la ciudad porteña, el pueblo humilde lo reconocía como a su caudillo natural, en la campaña se seguían los lineamientos trazados por ANCHORENA y fundamentalmente por ROSAS.

En tanto, los pueblos del interior miraban con confiada simpatía al tribuno coronel pero no le prestaban ningún apoyo efectivo para su lucha interna bonaerense.

Es de hacer notar el grave error político de nuestro evocado al juzgar su popularidad conforme el prisma engaño­so del fervor de las clases más desheredadas de la capital.

Las conclusiones dorreguianas sobre la evolución de la situación que venimos describiendo se tornan más increíbles al tenerse presentes las opiniones adversas que las intencio­nes y la persona de ROSAS le merecían. Son de recordar las frases que destinaba al futuro gobernante, tales como "mien­tras yo esté en el gobierno, ese gaucho pícaro no clavará su asador en el Fuerte" o aquella que advierte que "siga enredan­do, y el día menos pensado lo fusilo". Estas expresiones airadas pero certeras no pasaron de tal por su bonomía humana y su profunda fe democrática.

Por ese tiempo, ROSAS abandonaba despaciosamente la nave dorreguiana, convencido de su naufragio: el tiempo, maestro supremo en política, jugaba sólo en su favor.

Desde la óptica rosista, la visión expuesta sobre nuestro hombre libera de mayores comentarios. Así, para PALACIO su fracaso se debió a "su liberalismo doctrinario", en tanto para ROSAS, la clave estuvo en su fatídica creencia en la libertad, también "para los enemigos". Filosofando estas opiniones, debemos inferir que para toda esta corriente de pensamiento la frustración dorreguiana se debió a sus calidades de GO­BERNANTE REPUBLICANO Y DEMOCRÁTICO. Si el pago a estas inspiraciones de elevado tono fue la injusticia de Nava­rro, entonces debemos convenir que el 13 de diciembre de 1828 feneció con DORREGO el FEDERALISMO DE DOCTRINA Y CUÑO REPUBLICANO-DEMOCRÁTICO.

Recordemos que poco tiempo antes de desencadenarse los sucesos que venimos narrando, al pretender ROSAS el dar consejos a nuestro prócer, recibió por toda respuesta un irónico y cortante: "Don JUAN MANUEL, que Usted quiera darme lecciones de política es tan avanzado como si yo me propusiera enseñar a Usted cómo se gobierna una estancia". Así comenzaba el Señor de los Cerrillos a "notificarse que no podía contar con ese hombre de gobierno como testaferro".

Lo expuesto sirve para reubicar las relaciones de ambos personajes, necesidad sostenida por sus más adictos biógra­fos, entre ellos JUAN BAUTISTA TONELLI, ALVARO RICAR­DO FUERTES y FEDERICO MANUEL JULIÁN GAMAS, a la vez que implica un ajuste sobre la personalidad de ROSAS.

F) Consecuentemente con la idea de quitar poder a la campaña bonaerense y fundamentalmente disminuir la gravi­tación rosista, nuestro evocado estableció la supresión de las incorporaciones por la fuerza de gauchos al ejército. Como medida complementaria se fijó, en otra disposición, la repre­sión de la vagancia y otras formas del mal vivir.

Estas medidas tendían a terminar con el poder militar de la campaña pastora bonaerense, basado principalmente en las levas forzosas.

No en vano, FUERTES anota que "existen serios indicios acerca de discrepancias ideológicas y políticas entre DORREGO y ROSAS, agudizadas cuando se trataba de métodos y procedimientos a emplear", luego de haber señalado que "diversas disposiciones como la formación de levas le provo­caron (se refiere a nuestro prócer) algunos rozamientos con Don Juan Manuel de Rosas".

G) Pese a toda la vorágine de acontecimientos que se precipitaban, el progresista gobernador no se daba pausa en la tarea de generar nuevas iniciativas de superación del co­mún. Ello como para dar razón a JOSÉ RAFAEL LÓPEZ ROSAS cuando, con justicia, lo califica de "esforzado... pala­dín de su causa". En el caso se trataba de la creación de la Academia de Artillería.

H) El ensayo fallido que supuso la Enfiteusis Rivadaviana tomó, con las reformas introducidas por la concepción propia de MANUEL DORREGO y MANUEL MORENO, un giro auténti­camente positivo.

La administración dorreguiana comenzó por desconocer la Ley de Enfiteusis Nacional, en razón de haber sido sancio­nada por el Congreso de 1824-26, de la que no participó el Estado bonaerense.

Lo indudable era que el preocupante panorama descrito en la Memoria bajo estudio imponía una reforma con cabal sentido de apego a la realidad. Ese sentido de la realidad que hace a la sólida base de un gran político era tan natural en MANUEL DORREGO como ausente en BERNARDINO RIVADAVIA.

Por su parte, MANUEL MORENO, aportaría a la reforma las ideas, truncas en su desarrollo práctico, de MA­NUEL BELGRANO y del Secretario de Mayo sobre tierras públicas. Así, la del 28 de febrero de 1828, sobre Enfiteusis en tierras públicas destinadas a pastoreo y su similar de fecha 18 de julio del mismo año, sobre la aplicación de la institución a las tierras públicas de pan llevar.

Existían puntos notables de diferenciación entre este tipo de Enfiteusis y su antecedente rívadaviano.

Bien puede afirmarse que "las bases del nuevo sistema aseguraban un cambio positivo de la situación".

Con razón escribe ANTONIO VIVANCO -aunque en otro sentido- que “en 1828 comenzó el cambio”.

El Hecho Histórico no pudo cumplirse. Su generoso inspirador debió hacer al país la definitiva ofrenda: SU VIDA.

J) Sin embargo, toda esta gestión bienhechora se jugaría y perdería tras la visión unilateral de la cuestionada Paz con el Brasil.

Nadie podía discutir el empeño dorreguiano en el tema, expresado mucho antes desde la tribuna, la banca, la hoja periodística y la correspondencia epistolar. Baste recordar sus esfuerzos de todo orden en pro de la lucha artiguista contra el invasor lusitano que le valiera un injusto destierro, su prédica en contra de la anexión de la Banda Oriental al Imperio Brasileño, sus contribuciones a la formación y ejecutoria de la cruzada de los 33 orientales. Sin embargo, por sobre todo ello luce su pedido al ilustre general SAN MARTIN para que abandonara el injusto exilio a que lo obligara la incomprensión de sus compatriotas y retornara para conducir nuestras fuer­zas en la guerra declarada.

Por entonces, gobernaba el país el Presidente RIVADAVIA -notorio enemigo del Libertador- situa­ción que llevó al glorioso expatriado a pensar en la inutilidad de cualquier esfuerzo de su parte al respecto. Es así como supo escribir a su antiguo Ayudante de Campo el General inglés GUILLERMO MILLER que "con un hombre como éste al frente de la administración (se refiere a RIVADAVIA, natural­mente), no creí necesario ofrecer mis servicios en la actual guerra con el Brasil por el convencimiento en que estaba de que hubieran sido despreciados".

Lo cierto fue que desaparecido RIVADAVIA del primer plano político, el gran Capitán ofreció su espada al Presidente Provisorio Doctor VICENTE LÓPEZ Y PLANES y al poco tiempo embarcó para el Río de la Plata, ya sabedor del acceso dorreguiano al poder y debido a una especial invitación de nuestro evocado, según lo dejara testimoniado el vencedor del Ande en carta de 1848 al gobernante peruano y benefactor sanmartiniano Mariscal Ramón Castilla. Todo lo descrito, prueba de forma inalterable la irreductible voluntad dorreguiana de encarar con toda decisión la continuidad de una guerra que nos había sido enteramente favorable en el plano bélico.

Fue así que frente a la vacancia en el comando de las tropas por renuncia del ex ministro de guerra general CARLOS MARÍA DE ALVEAR, el gobernador designó al antiguo Jefe de los 33 orientales General JUAN ANTONIO LAVALLEJA.

Cabe inquirir frente a todos estos antecedentes, que primó para que los deseos del gobernador DORREGO no se plasmaran en la continuidad efectiva de las hostilidades.

Aquí tomó primacía la actividad constante y solapada de las sutiles diplomacias inglesa y brasileña, coaligadas tras el designio británico de impedir la consagración de la soberanía argentina en las dos márgenes del Plata para evitar así que el gran río fuera tenido como de aguas interiores y el añejo sueño de Río de Janeiro de incorporar la llamada Provincia Cisplatina. Este enjambre de intereses fue manejado con supremas habilidades e imposturas por el diplomático inglés LORD PONSOMBY.

El sarcásticamente llamado LORD PONZOÑA, jugó en todos los planos posibles como destreza suprema. Así, no trepitó en presionar deliberadamente tanto al gobierno porte­ño cuando a la Corte Carioca, en enconar a los jefes militares argentinos contra el gobierno de DORREGO y con oficiales orientales, en tanto disponía a estos últimos contra los prime­ros en alimentar las ambiciones presidenciales de LAVALLEJA por vía de promesas reiteradas de la creación de un estado Independiente con la Banda Oriental con el apoyo británico y también con permanentes bloqueos de fondos, pertrechos y municiones de boca sobre nuestro debilitado ejército.

En suma, se buscaba llevar a DORREGO a un punto límite que le hiciera comprender la inutilidad de todo esfuerzo bélico. Nuestro hombre se resistió de todos modos pero la situación generada lo superaba, como hubiera superado a cualquier jefe de Estado que hubiera debido luchar contra la más grande potencia mundial de su hora, unida a un Imperio creciente y con un frente interno que apenas regresaba de la anarquía generalizada provocada por la Élite Unitaria. Fue así como debió dar por concluida la lucha, NO por su voluntad -como le reprochaban los jefes del ejército expedicionario- sino por la sumatoria de todas las poderosas causales reseñadas.

Un negro día 27 de agosto de 1828 nuestros delegados BALCARCE Y GUIDO debieron firmar en Río de Janeiro, bajo la forma de Convención Preliminar de Paz, una nueva y dolorosa amputación del territorio nacional. Puede que fuera una de las más traumáticas: LA PATRIA VIEJA ESTABA DEFI­NITIVAMENTE DISGREGADA. NUESTRA BANDA ORIENTAL SERIA EN LO SUCESIVO LA REPÚBLICA ORIENTAL DEL URUGUAY.

El designio inglés estaba cumplido: El Río de la Plata sería de aguas internacionales y la existencia del nuevo Estado -bajo garantía de ambas potencias contratantes- era una su­puesta valla a las tendencias expansionistas de los dos colo­sos de la América Sureña.

En fecha 26 de setiembre, la Convención Nacional remitió al gobernador DORREGO una minuta de comunicación me­diante la cual le anexaba la autorización "para ratificar la Convención Preliminar de Paz ajustada entre la República y el Imperio del Brasil".

A partir de allí, los sucesos se precipitaron. Se comisionó a AZCUENAGA, BROWN y GUIDO para proceder a la ratifica­ción en la Ciudad de Montevideo. Finalmente, el Trabajo fue aprobado por la Convención Nacional de Santa Fe, en fecha 25 de noviembre de 1828.

DORREGO intentó hasta último momento revertir esta situación aciaga y así fue como signó junto a FEDERICO BAWH -delegado de los contingentes alemanes mercenarios al servicio del Imperio- un acuerdo para capitalizar en favor de nuestra causa con el apoyo de tales tropas, los trabajos revolucionarios de los republicanos de Río Grande do Sul.

Todo fue en vano y el hecho infausto pasó al terreno irrevocable de cumplido. La culpabilidad era masiva y general de los argentinos todos y significó abandonar la Banda Orien­tal como derrotados de la diplomacia, habiendo sido antiguos vencedores del campo de batalla.

En tanto, en fecha 10 de octubre de 1828, el gobernador DORREGO se presentó ante la Honorable Legislatura Bonae­rense para darle muestras de su agradecimiento por el apoyo legislativo prestado ante sus intentos de reiniciar el esfuerzo bélico. Recordemos que tiempo antes la Sala había querido producir su ascenso al grado de Coronel Mayor -en el presente General de Brigada- siendo la iniciativa declinada por el beneficiario en Carta admirable, fechada el 6 de agosto de 1828. Sus conceptos son de elevado tono ético al decir: "El que suscribe ha leído con sentimiento la moción presentada ante V.E. relativa a que se le expida el despacho de Coronel Mayor del Ejército permanente de la Provincia, y se recabe del Ejecutivo General de la República, cuando se instale, la reva­lidación del expresado empleo. Esta distinción -continuaba nuestro prócer - con que ha querido honrarlo el autor de la moción, es por él apreciada en su justo valor, pero ella lo obliga a exponer a V.E. que se cree suficientemente condecorado en la clase de Coronel que obtiene; que ha tenido por principio constante en su carrera, no aceptar grado alguno que no le fuese conferido en predio de acción de guerra, o algún suceso marcable, y que firme en este propósito, rehusó en los años 1816 y 1820, aceptar el empleo con que hoy se pretende distinguirlo y aún el último en la clase militar, porque eran en retribución de servicios que aunque importantes a la Provincia, pero hechos contra enemigos hermanos. Hoy -culminaba- no les es dado presentar ninguno extraordinario, antes por el contrario, con este motivo exige indulgencia ante los represen­tantes del pueblo, porque a pesar de los mejores deseos, no le es dado hacer más en el desempeño de las altas funciones que se le han confiado".

Esta página estupenda, junto a la nobleza de toda su trayectoria y la gestión de elevado tono concretada en el sillón de gobierno bonaerense, convertían a DORREGO en la figura indicada para presidir al país, no bien producida su por entonces inminente organización. Tal vez por ello se abatieron sobre su vida y su destino las sinrazones de los cuatro jinetes del Apocalipsis político: LA ENVIDIA, LA TRAICIÓN, LA INJUS­TICIA Y LA BARBARIE. No escapó al talento bravío y directo, pero sutil de TOMAS DE IRIARTE -en sus célebres "MEMO­RIAS"- la conjunción de circunstancias aludidas y fue así como supo dejar escrito que la marcha política y administrativa del gobernador "por más que vociferasen sus contrarios, fue constantemente liberal y hábil, y esto preparó su ruina, porque los unitarios no podían ser indiferentes al crédito progresivo que DORREGO adquiría con su manejo circunspecto y hábil­mente calculado".

FUERTES no deja de advertir que "en Noviembre de 1828 se encuentran en camino dos conspiraciones. Por un lado -aclara- la que organizan los Unitarios y por otro, la de ROSAS y el grupo de retrógrados que actúan por resentimiento.

En fin, tan sólo nuestro hombre -confiado ciegamente a sus fuerzas, como si estuviera al frente de un regimiento- no creía en la sublevación que ya caminaba en las pisadas de cada vecino de Buenos Aires.

Pero ello es otra historia, triste y lamentable historia que por fuerza nos toca narrar.

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