CAPITULO VI - "DE UNA POSTERIDAD AUN RENUENTE A LA MÁS ESTRICTA JUSTICIA" (Desde 1828 hasta nuestros días)

El final de este trabajo nos enfrenta a desarrollar los múltiples aspectos de la posteridad dorreguiana lo cual nos exige una sistematización de conteni­dos.

Conforme a ello, trataremos: A) La posteridad de los sucesos, comprendida de: a) Destino último de la herencia ideológica dorreguiana; b) Tardía comprensión lavallista del suceso y de sus hombres intervinientes; c) Des­tino sorprendente de las cartas instigadoras de la inmolación dorreguiana. B) Posteridad de DORREGO en las opiniones de los estudiosos.

A) LA POSTERIDAD DE LOS SUCESOS.

a) DESTINO ULTIMO DE LA HERENCIA IDEOLÓGICA DORREGUIANA.

Un lector desprevenido puede llegar a caer en la mayor confusión. Es que puede creer, honestamente, que el arrogarse rosista de la herencia ideológica dorreguiana representa la verdad de la cuestión, cuando en realidad no es más que su tergiversación.

Para evitar esta errónea concepción hay que ubicarse más allá de las palabras.

El juego político de ROSAS ha movido a una polémica inacabada a inacabable.

Su formación fue típicamente abso­lutista. Todo contribuyó a ello: las calidades y condición social de su familia, el hecho de recibir instrucción en forma particular que lo alejó de los jóvenes intelectuales de su tiempo; sus lecturas en especial las de GASPARD DE REAL DE CURSAN y, fundamentalmente, de adolescencia y juventud, pasadas en las posesiones rurales de sus mayores en un medio de típico cuño feudal.

Todo ello definiría a la postre su estilo autocrático y dotado de seguridad en el mandar.

Los primeros tiempos de su actuación personal, le brindaron éxitos significativos que lo convirtieron en uno de los voceros más visibles de los pensamientos e intereses de los grandes hacendados de la campaña bonaerense.

Desde allí se tornaría insensible y rápido su acceso al plano político. Sus primeros pasos, apoyando a la administra­ción de Martín Rodríguez le permitieron reparar en las dos falencias básicas del sistema rivadaviano, las mismas que impedirían su expansión a nivel nacional.

La primera falla era su carencia de sustento popular masivo; elemento este irremplazable para el desarrollo de cualquier programa políti­co, incluso de aquellos que pudieran representar la defensa de sectores, sean ellos los comerciantes porteños (Rivadavia) o los estancieros bonaerenses (Rosas).

El segundo punto crítico advertido en el esquema rivada­viano era su falta total de flexibilidad expuesta en su trato con los pueblos del interior; situación que lo llevaba a mostrarse con un ideario centralista y unitario desembozado, además de adoptar -en nombre de Buenos Aires- una postura de tutor del resto de los Estados integrantes inadmisibles para estos últimos.

Pronto advirtió Rosas que esa política tenía el mismo final catastrófico de los ensayos de la Junta Grande (Saavedra y Funes), del Primer Triunvirato (Rivadavia), de los Directorales (Posadas, Alvear, Pueyrredon y Rondeau).

Entendió lúcida­mente que para defender un interés sectorial porteñista con perspectivas de éxito en el plano nacional había que lograr consenso popular real en la parcialidad bonaerense en primer término y luego elaborar una propuesta basada en un federa­lismo formal, para introducir sutilmente tras el un centralismo sustancial.

Desde 1820 a 1829 trabajó en tal sentido. Es así como ha dejado confesado en su correspondencia el haberse propues­to deliberadamente lograr predicamento entre los gauchos "A toda costa", aún haciéndose "gaucho como ellos, hablar como ellos y hacer cuanto ellos hacían".

Posteriormente comenzó con una prédica federalista sustentada esencialmente, en las formas, situación que lo llevó a no concordar con la propuesta esencial de DORREGO, visiblemente encaminada a un federalismo de sustancia.

Pese a ello, bien se cuidó de no discrepar públicamente con el tribuno coronel, en tanto se preocupaba por el acrecen­tamiento de su prestigio, el que subía notoriamente al punto de presentar a los capitales que en un principio habían acompa­ñado el proyecto rivadaviano, como pensamos seriamente en su persona como figura de recambio en la conducción de los intereses portuarios.

La situación de disidencia latente con el ideario dorreguiano había sido sutilmente captada por el evocado de estas páginas, según hemos dejado testimonio con anteriori­dad.

La estrella política que siempre acompaña a los triunfado­res le dio a Rosas la gran oportunidad de pasar al primer plano cuando la ceguera de fanatismo de la logia unitaria inmoló a DORREGO.

Comenzaba así la tergiversación del federalismo doctri­nal impulsado por DORREGO por vía de un manejo que iba mucho más allá de una prédica formal en las palabras.

Vale a esta altura preguntarse, qué pasó con el ideario dorreguiano. Lo cierto es que a posteriori del abrupto deceso de su ideólogo mayor sólo reaparecía esporádica, sectorizada y fugazmente en la defensa del autonomismo bonaerense que ejercitó ADOLFO ALSINA o en la revitalización de la tradicional corriente del federalismo histórico que se observa primero en el pequeño partido republicano -desprendimiento del citado autonomismo alsinista- y luego en la época inicial del radica­lismo, tiempo del ideario propio de LEANDRO ALEM y ARISTOBULO DEL VALLE.

Al presente y con notoria vocación de futuro, tal como lo hemos desarrollado en estas páginas, el pensamiento dorreguiano es una verdadera idea fuerte para la revitalización doctrinaria, moderna y estructural del federalismo.

b) TARDÍA COMPRENSIÓN LAVALLISTA DEL SUCESO Y DE SUS HOMBRES ÍNTERVINIENTES: SU ARREPENTIMIEN­TO.

Todo lo historiado en el libro inmediato anterior de esta obra en lo que hace al Jerusalén y Gólgota de la vida de LAVALLE a partir de Navarro en adelante, produjo en el infortunado General una honda sensación de desengaño con referencia a los hombres que lo habían alentado para efectivizar la trágica inmolación del 13 de diciembre.

Sus propias palabras eximen de mayores comentarios cuando de manera terminante supo decir: "¿ellos callan?, déjenlos callar ... ¡iré sólo a la historia con mi tremenda responsabilidad!", para agregar luego: "Si llego a Buenos Aires, haré una expiación inaudita".

Estas expresiones han hecho escribir a FUERTES que "Lavalle reconoció su grave error, en un arrepentimiento pro­longado y veraz".

c) DESTINO SORPRENDENTE DE LAS CARTAS INSTIGADORAS DE LA INMOLACIÓN DORREGUIANA.

Pese a que como hemos visto LAVALLE quiso presentar­se ante la historia como único responsable del fusilamiento de Navarro, lo cierto es que las cartas ya transcritas de SALVA­DOR MARÍA DEL CARRIL y JUAN CRUZ VÁRELA fueron conservadas por su parte.

Ya ROSAS había dejado testimonio de su existencia al referir en su epistolario que en las famosas entrevistas de Cañuelas el héroe de Río Bamba le había exhibido las citadas misivas y el borrador del Parte de fusilamiento que había preparado JULIÁN SEGUNDO DE AGÜERO .

Lo cierto es que hacia 1881, el prestigioso historiógrafo ÁNGEL JUSTINIANO CARRANZA encontró las citadas Cartas en el Archivo dejado por LAVALLE a su mujer DOLORES CORREA. El investigador las publicó en el diario "LA NACIÓN" de Buenos Aires en el citado año y las utilizó como centro de su libro "El General LAVALLE ante la justicia póstuma", publicado en la ciudad porteña cinco años después.

La no aparición del borrador del famoso Parte del fusila­miento es hasta hoy un enigma no definitivamente aclarado, aunque JOSÉ MARÍA ROSA se arriesga a conjeturar que "tal vez LAVALLE lo destruyó, por el carácter sacerdotal del remi­tente", refiriéndose al presunto autor del mismo Doctor JULIÁN SEGUNDO DE AGÜERO.

Las cartas produjeron al ser publicadas una profunda consternación pública, natural a tantos años del suceso origi­nal y fundamentalmente porque uno de sus remitentes -el Doctor SALVADOR MARÍA DEL CARRIL- era por entonces el presidente de la Corte Suprema de Justicia luego de una relevante carrera pública que lo habían llevado entre 1854 y 1860 a ser Vicepresidente de la República junto a JUSTO LÓPEZ DE URQUIZA en el llamado gobierno de Paraná.

Finalmente, cabe pensar que pudo existir en LAVALLE una sensación última de desligar responsabilidades, en la medida que más allá de sus palabras no se hizo eco de la directa sugerencia de JUAN CRUZ VÁRELA en su misiva del 10 de diciembre de 1828 cuando decía al infortunado general "Car­tas como estas se rompen".

B) POSTERIDAD DE DORREGO EN LAS OPINIONES DE LOS ESTUDIOSOS.

Representa un válido colofón la visión que los investigadores nos han querido dejar de nuestro evocado, cual suerte de bosquejo final en torno a su persona­lidad, trayectoria, obra y mensaje al porvenir.

Comenzamos este raconto final con la posición de un autor que como hemos visto a lo largo de todas sus transcripciones que nos hemos permitido efectuar no es espe­cíficamente un adherente de nuestro evocado. Se trata del Doctor MARIANO DE VEDIA Y MITRE quien al culminar su análisis sobre DORREGO dice que se trataba de un "patriota ante todo, valiente y capaz, a quien persiguió casi constante­mente la desgracia, de la que no logró desasirse ni en el momento decisivo" .

En una obra clásica sobre el tema afirma JUAN BAUTIS­TA TONELLI "que la verdad de la vida de nuestro prócer se da en su triste destino pues parecía nacido para que la injusticia de los hombres, cegados por odios particulares, se ensañaran con él".

Es el turno de mencionar, aquí, la posición sostenida por la alta autoridad del Doctor RICARDO LEVENE, quien lo señala certeramente como prototipo de un "demócrata federal".

ALVARO RICARDO FUERTES, en un excelente trabajo sobre nuestro historiado, entiende a DORREGO como auténtico "intérprete de los sinceros sentimientos autonómicos de las Provincias Argentinas y mártir de sus propias ideas".

JOSÉ MARÍA ROSA lo define como personalidad con "condiciones para ser caudillo sin dejar de ser un estadista, pa­ra agregar seguidamente que "unía la sensibilidad al racioci­nio".

Más recientemente ARMANDO ALONSO PIÑEIRO ha escrito a propósito de nuestro evocado que llenó la figura de un "brillante militar y frustrado estadista".

ANTONIO CAFIERO caracteriza a nuestro evocado como al continuador de "la tesis ideológica e institucional del gran Artigas que procuraba establecer la unidad de la Nación Rioplatense bajo el sistema federal", para luego entender a DORREGO como un verdadero "titán de la historia general de los argentinos, cuya mención continúa todavía erizando la piel de quienes gustan conservar y defender los privilegios. Por lo que alguna vez DORREGO fue capaz de preguntar ¿qué país quieren ustedes? cuando un proyecto rivadaviano pretendía eliminar el voto de los soldados de línea, los criados y los peones a sueldo. Todavía hoy esas palabras suyas podrían conmover a los argentinos de bien que se mortifican ante las injusticias: ¿qué país queremos?, deberíamos preguntarnos todos en homenaje a las sagradas rebeldías de este bonaeren­se genuino, de este federal auténtico, de este demócrata sin tachas, mártir en el largo, traumático proceso de alumbramien­to nacional".

RENE SAÚL ORSI entiende a DORREGO como "hombre virtuoso, de una vida privada y pública irreprochable" que "luchó siempre de frente, con benevolencia y generosidad para sus detractores y adversarios, estimándolo además como "un creyente genuino" y exaltándolo como "prócer de la nacionalidad".

Finalmente FEDERICO GAMAS, en un completo trabajo dedicado a esta personalidad lo exhibe como ideólogo de "sólida formación doctrinaria" y político de encomiable "des­interés".

Luego de toda esta reseña de virtudes, historiógrafos de las escuelas más diversas y contrapuestas, aparece como grandemente injustificada la calificación que otorga a DORRE­GO el pensador uruguayo JORGE CHACAS al tenerlo como un mero "porteño", cuando fue justamente DORREGO, quien levantó y enalteció la bande­ra federal originaria de ARTIGAS.

Por nuestra parte, con un visible espíritu de proyección presente y futura de las ideas de DORREGO, queremos repa­rar en la escasa vigencia actual del auténtico federalismo por el que vivió, luchó y murió nuestro héroe.

Las últimas décadas muestran la realidad de un país dependiente de Buenos Aires en todos sus aspectos funda­mentales y contra ello clama esa columna tendida al cielo en campos de Navarro, que semeja el brazo-puño en alto del ciudadano MANUEL DORREGO, que impone, que manda a cumplir, por el pueblo argentino todo -cual gigantesco albacea- que su legado se concrete en los hechos, que su verdad se practique, que su empeño fructifique, que el destino del Estado Federal Argentino sea una realidad basada en la aplicación actual y vigente de sus pensamientos, resultantes de la mejor idea fuerza a brindarse al Federalismo Argentino.



FUSILAMIENTO DE MANUEL DORREGO

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