“EL REPÚBLICO DEL FEDERALISMO”

1787 - 1828

Manuel Dorrego es probablemente una de las figuras más apasionadas de la historia argentina, y también una de las menos invocadas a la hora de reconocer a los próceres y mártires de la patria.

Un hombre, que como bien dice el periodista Hernan Brienza “no encaja en los moldes de las líneas de nuestra historia”: porteño y federal, liberal y nacionalista, popular y democrático, localista, sí, pero también: americanista, bolivariano y sanmartiniano.

Hombre clave del Ejército del Norte, al mando de Manuel Belgrano, su desempeño militar nos legó importantes páginas de gloria, donde su valor e hidalguía se amalgamaron, en todo momento, con su notable capacidad como oficial al frente de sus tropas.

Sus ideales republicanos y liberales, su creencia en las mayorías y en el papel central que le correspondía a las Provincias en la construcción y el futuro de nuestra incipiente Nación, inexplicablemente, llenaron su camino de enemigos.

Cuando el federalismo, por fin llegó al poder en Buenos Aires, con Manuel Dorrego como gobernador, no bastaron ni su generosidad, siempre demostrada hacia sus adversarios, ni la breve pero brillante gestión de gobierno, para que el inefable golpe unitario, encabezado por Juan Lavalle, lo derrocara y asesinara.

Cuando se narran las circunstancias del fatal desenlace; historiógrafos, periodistas y escritores, cometen una imperdonable omisión. Se refieren al “fusilamiento” de Don Manuel Dorrego, un eufemismo que disfraza uno de los peores crímenes que recuerda nuestra historia, porque el 13 de diciembre de 1828, las balas asesinas del “cipayaje” vernáculo, no sólo se cobraron la vida de un verdadero héroe y patriota, sino que acribillaron también el último aliento de los ideales de Mayo.

Un acto deleznable y cobarde, que resulta indigerible, para un pueblo que aún hoy, espera la materialización del sueño primero de sus padres.

El Dorrego muerto, es el Dorrego que más le convino a las facciones en pugna, aquellas que perseguían inconfesables intereses, tan distantes del bien común del pueblo y de la patria, como aparentemente estaban el federalismo “rosista” y sus enemigos “progresistas y liberales”.

Lo cierto es que con el advenimiento al poder del federalismo “rosista”, el centralismo se consolidó en un grado directamente proporcional, en magnitud, a la perdida de aquellas libertades, que tan bien, se había ocupado Dorrego, de preservar y estimular.

La eliminación física de D. Manuel Dorrego de la escena política provincial y nacional, no terminó siendo funcional a sus ejecutores, sino más bien y como es de orden, en este tipo de crímenes, sólo fue funcional a sus instigadores.

EL estuario del Río de la Plata, convertido en aguas internacionales a partir de la definitiva pérdida de nuestra soberanía sobre la Banda Oriental, tuvo como directos beneficiarios a las potencias extranjeras de ultramar, quienes sin mediar otro requisito, pudieron acceder a su libre navegación.

El centralismo porteño, se mantuvo y en algunos aspectos, incluso se exacerbó, permitiendo a esas mismas potencias europeas, tener que sentarse a “negociar”, pero eso sí, con un sólo interlocutor.

Resulta difícil, calcular hoy en día, cuanto atraso significó para nuestra querida patria, éste negro capítulo de nuestra historia, pero no resulta difícil de imaginar, que el golpe ignominioso, que Lavalle le propinó a las instituciones republicanas, también sentó el trágico precedente, que en la forma de experiencias trágicamente análogas, se manifestaría en forma recurrente, a lo largo del siglo XX.

Pero la tragedia de Navarro, trasciende la pérdida de la vida de D Manuel Dorrego y se agrava con la postergación del ideario dorreguiano y la tergiversación del federalismo doctrinal a manos del rosismo.

El resurgimiento de los ideales de Dorrego sólo volvió a manifestarse en forma esporádica durante la gestión de Adolfo Alsina y en los albores del radicalismo, donde influyeron claramente en el ideario propio de Leandro N. Alem y de Aristóbulo del Valle.

El Coronel D. Manuel Dorrego, vivió, luchó y murió para legarnos su ideario de auténtico federalismo. Sus ideas, largamente postergadas, duermen el sueño que le impusieron las balas unitarias y el egoísmo, resentimiento y pobreza de espíritu, de quienes conspiraron contra su vida.

Sólo nosotros, el pueblo argentino, los verdaderos destinatarios de sus esperanzas y desvelos, tenemos la responsabilidad y porque no, el deber, de implementar, para nosotros y nuestra posteridad, el ideario federal, que asegure el definitivo surgimiento de nuestra querida Nación en el marco de las virtudes republicanas que soñaron los padres de la Patria.



Alberto Juárez. Noviembre de 2008, ciudad de Coronel Dorrego, pcia. de Buenos Aires, Argentina.

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